19 de febrero de 2014

19 de febrero de 2014 - 1 comentario

La sede se queda 'chica'


Como lo leéis. Después de cuatro años largo de existencia, mis colegas bracaneros acaban de darse cuenta de que la sede institucional de Brácana se está quedando pequeña. Más bien tendría que decir que se han dado de bruces con la realidad, porque el pasado jueves estuvieron a punto de quedarse en inferioridad numérica, como en el fútbol, respecto al número de embajadores que visitaron Tierra Santa. Mira que hacen consejos de ministros, que organizan las visitas, que dedican horas y horas de charla menuilla a este asunto... pues nada, decididamente no sirve para nada. Dicho esto, no hay que olvidar que todas las normas bracaneras se las pasan por el forro cada vez que les da la gana, así que tampoco es de extrañar que el último jueves se encontraran nada más y nada menos que con siete embajadores de golpe, cuatro de ellos de nueva hornada y tres veteranos. Ahora paso a contaros con detalle lo ocurrido, aunque primero vayamos con los detalles organizativos de la Tertulia. A decir verdad, el caos que supuso en la cocina la presencia de tantos invitados, fue resuelto con maestría por el Ministro de Alimentación. El Pepeluí se tiró buena parte de la tarde del miércoles preparando el plato principal, del que hablaré más adelante, y se plantó en la sede con antelación suficiente para darle una estocada casi definitiva al jamón. Algo debía presentir el pájaro cuando tuvo tanto esmero a la hora de preparar las viandas de la noche y se hizo acompañar desde el principio por el pinche, el Paticorto de las ondas, que por fin ha cumplido con su obligación, después de demorar varias semanas su cometido. El caso es que ambos llegaban a Brácana alrededor de las 20:45 barruntando que esperaba un día duro. Efectivamente, nada más pisar la sede, el Ministro de Alimentación se tiró sin compasión al lomo del jamón, preparando un plato con más de 20 centímetros de altura. En ello andaba cuando llegó el primer embajador de la noche, el Rafael Ramírez. Cogió a los dos bracaneros por sorpresa, porque no lo esperaban tan temprano. No obstante, como en Brácana las dudas dudan un santiamén, rápidamente comenzaron a ponerlo en situación, a la espera del resto de invitados de la noche. No tardaron en aparecer y ahí comenzaron las sorpresas. Por la puerta entraron de una tacada el Pablo Quesada, el Luis Navarro y el José Mari Luque, aunque estos dos últimos, en principio, no habían anunciado su llegada.



A pesar de ello, en Brácana todo embajador es bienvenido, aunque la terna daba miedo a priori, por el curriculum que atesoran tras su paso por tabernas, bares, bodegas y tascas. Todos ellos forman parte de la Cofradía del Vino de la vecina Ciudad de Montilla, así que, como era de esperar, tardaron poco en comenzar el trasiego de vino de la jarra a la copa. Por cierto, de beber vino se pusieron tiernos. Primero fue el Pablo Quesada el que llegó con una garrafita de aceite y cinco litracos de Fino El Mancebo para abrir boca. Concentrados estaban los embajadores y todos los bracaneros, a excepción de la Pantera que no justificó su ausencia, en llegar al fondo del bag in box, cuando de nuevo se abrió la puerta para recibir a tres embajadores más. Baste con decir que llegaron desde el vecino Estado de Alvear y que los tres, el Fernando y el Luis Giménez, además de el Bernardo Lucena, son ya boinas verdes de las reuniones de cada jueves.

Su presencia siempre es bienvenida en la República, mucho más si los tres aterrizan con sendas jarras de Fino Combinación y Fino El Elegido, de las que se utilizan en el volteo, y otros cinco litros  de mosto de Las Puentes. Así por lo alto, estamos hablando de cerca de dos arrobas de vino en total. O lo que es lo mismo, ni se acordaron del agua en toda la noche. Esta vez la comida sirvió para amortiguar los efectos del vino porque, de jatería, la cosa también estuvo fina. Se jalaron todo el jamón que cortó el Ministro de Alimentación como primera tapa en barra, acompañado de su aceite correspondiente, metiéndose a continuación entre pecho y espalda unos mejillones a la marinera. Con el estómago algo más lleno, amortiguando la continua caída del líquido elemento, llegó el Consejo de Ministro y, a continuación, los juramentos. Fueron los más accidentados que se recuerdan porque a el Pablo Quesada le dio una alferesía que le hizo perderse durante unos minutos por los Montes Bracaneros, acompañado de el Rafael Ramírez. Mi amo no sabía cómo meterle mano al asunto, con la mitad de los embajadores noveles en la sede y el resto tomando el fresco. El caso es que finalmente decidieron seguir adelante con el ritual, comenzado con el Luis Navarro y siguiendo con el José Mari Luque. Ya con el Pablo Quesada recuperado, continuaron los juramentos por él mismo, para cerrar con el Rafael Ramírez, un tipo que, por lo que pude escuchar, tiene más títulos que la Duquesa de Alba, entre presidencia de asociaciones y otros menesteres. Tras los juramentos la cosa se tornó gastronómica, con la llegada de una perola de alcachofas con carne y, entre bocado y bocado, se retomó la charla por corrillos, por cierto, de las más animadas que se recuerdan en Brácana. Se repasaron anécdotas, se habló de vino y, sobre todo, se dejó pasar el tiempo, saboreando el excelente vino aportado por los embajadores. Entre toda la charla, me gustaría destacar la conversación mantenida entre el Jose Mari Luque y el Pijo del pádel. El primero fue maestro del segundo en el Colegio Salesiano y no sé si por pelotilleo, que de eso anda sobrao, a el Pijo le faltó que se le saltaran las lágrimas ¡Ver para creer!



El caso es que según he podido constatar, el Jose Mari Luque es una persona muy querida en Montilla como maestro, defensor del vino y corresponsal del Diario Córdoba durante décadas. Por cierto, aunque ya se encuentra jubilado, en la edición del periódico del pasado lunes, dedicó una columna de opinión a la República Bracanera, cuyo enlace dejo a continuación.
http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/republica-bracanera_861346.html
Lo único que les faltaba a esta gente es promoción. Por eso decía que Brácana se queda pequeña. De hecho, el pasado jueves hubo quien picó a el Fernando Giménez con la posibilidad de ampliar la sede hacia las dependencias de Alvear. Lo peor es que el embajador en cuestión indicó que eso, con un arco, queda solucionado ¡Por el Cóndor Bendito de los Andes, el Fernando no sabe dónde se está metiendo! ¡Que esta gente ya intentaron un derrumbe en el callejón y ya hablan de llegar un jueves, cincel y machota en mano, para empezar el derribo!
En fin, de la sinfonía de tenedores en la madera de formica y de los brindis, mejor ni escribo. Para qué contar, fueron igual de atropellados y bullangueros... que siempre. No obstante sí tengo que hacer mención a los rosquitos de la Memes, madre de el Abertxale, que se zamparon para cerrar la velada gastronómica. Poco después fueron despidiendo a los embajadores, aunque sin perdonar los digestivos de rigor un poco más tarde. Los siete invitados del jueves agasajaron a los bracaneros con una gran noche de charla, que para eso se reúnen cada siete días. La semana que viene... más, seguro.


12 de febrero de 2014

12 de febrero de 2014 - Sin comentarios

Sin Palabras...



Como ya habréis oído en más de una ocasión, dicen que “una imagen vale más que mil palabras”, o aquello que se suele colocar al pie de foto de “sin palabras”.


Aunque sin palabras se quedó el Ministro de Alimentación al ver como le reventaba un vaso justamente al lado de la cazuela de merluza  que estaba preparando.
Sin palabras se quedo "El Ligre" cuando olio el mostico de este año de la primera cosecha de Brácana. Olor a... Como  diría yo. A huevo podrido.
Sin palabras se quedó "el maestro" cuando y en el Consejo de Ministros, sus ciudadanos los bracaneros le hicieron entrega de una canastica de fruta para ayudarle en la recuperación, tras su operación de hombro.
Sin palabras se quedó "la pantera de la itv" cuando al abandonar la sede pudo observar haciendo vigilancia intensiva a las fuerzas de seguridad del estado.
Sin palabras se quedó "el niño" cuando degustando la merluza encontró restos del vaso que le reventó al Ministro de Alimentación.
Sin palabras se quedó "el pijo del padel" cuando observó que el personal seguía comiendo como si tal cosa tras encontrar "el niño" los trozos de cristal en la comida.
Si palabras se quedó "el aijao" tras hacer el vuelo sin motor.
Sin palabras se quedó "el paticorto de las ondas" tras ver como tenía que abandonar la sede para ir a comprar supositorios para el pequeño bracanero Hugo.
Sin palabras se quedó "el silencioso" al ver que tenía que hacer de pinche ante la ausencia de "el paticorto de las ondas"
Sin palabras se quedó "el aberxale" tras ver como el ligre rezaba supropio Ligre Nuestro como si ya estuviese en Almería,
Y sin palabras se quedó mi amo... bueno a este es dificil dejarlo sin palabras...

3 de febrero de 2014

3 de febrero de 2014 - Sin comentarios

Brácana ultrajada... durante un instante

Mis amigos bracaneros cerraron el mes de enero un pelín encabronados. Bueno, en realidad estuvieron rebotados, al menos algunos de ellos, durante los primeros 20 minutos de la última tertulia. Vamos a ver, os explico. Resulta que el pasado jueves se había preparado un trío de embajadores por iniciativa de el Pijo del pádel. Hasta ahí, todo normal. El caso es que dos de ellos dejaron plantado al personal sin previo aviso. No vamos a citar nombres porque ya se sabe que los que pasa en Brácana, se queda en Brácana. No obstante, sí que puedo contaros que el susodicho, osea el invitador, se agarró un rebote king size. Ya sabéis. Que si podían haber llamado por teléfono, que si esto no es serio, que si yo les pongo una cruz para toda la vida... Vamos, que la cosa comenzó calentita aunque, afortunadamente, duró poco.



Los que sí acudieron y, vaya si se dejaron notar, fueron el Mejías, veterano en esta bendita locura, y el Antoñín Polo (unos decían que Antonio, otros que Antoñín... yo me quedo con el último nombre, que queda más cariñoso). Este último formaba parte de la terna inicial de embajadores de la noche, aunque su presencia hizo olvidar a los dos ausentes. Llegó poco después de las 22:00 horas, algo que ya se sabía de antemano, por eso el Consejo de Ministros se adelantó de su horario habitual. En él se volvió a dar repaso a la lista de embajadores futuros, con especial hincapié en la confirmación, y se habló del cuarto premio gastronómico que, por cierto, todavía no había sido contactado por el Presidente y el Paticorto de las ondas, encargados de crear enlace con el galardonado.



Poco después del cierre de propuestas y demás letra menuda que conforma semanalmente este apartado bracanero, llegó como digo, el Antoñín Polo. Vaya personaje. Alentado por el Mejías, empezaron con chistes y anécdotas, provocando más de un espurreo de vino. Por cierto, hablando de vino, el que se bebió durante la noche fue Fino El Mochu, además de el Fino Pata Hierro. Como la semana anterior, el Mochu se presentó sin nada en las manos, algo que no es necesario en Brácana, tuvo el detalle de retratarse con unos litracos que fueron pertinentemente apurados durante la noche.



El jamón con aceite sirvió una vez más de entrante gastronómico, además de una empanadilla que llevó el Antoñín. Aquí se creo cierta polémica. El caso es que la empanadilla en cuestión fue hecha por su esposa. Por ello, hubo quien dijo que a quien verdaderamente había que agradecer el detalle, era a la consorte. Como contrapunto, hubo quien apuntó que el responsable de que la empanadilla estuviera en Brácana era el Antoñín, que para eso la había llevado... y se acabó la discusión entre bocado y bocado. El plato fuerte de la noche fue puntas solomillo con salsa de pimentón.
Los tíos se jalaron la perola, y eso que era grande, como si fuera la última comida de un condenado. Cualquier día les dará algo malo. Aunque claro, como dice el Silencioso... ¿y si no les da? Después de la comida, se metieron entre pecho y espalda otro golpe de chocolate de la Mariquilla y, para cerrar, dieron cuenta de los digestivos de rigor. Así se terminó un nuevo jueves, con encabrone inicial pero, al final, igual que todas las semana. Por fortuna, los berrinches duran poco en Brácana... lo que se tarda en echar una ronda de vino.