23 de octubre de 2018

23 de octubre de 2018 - Sin comentarios

Días de escuela

Pasada ya la fiebre navideña, tocaba organizar en Brácana el nuevo calendario y, por supuesto, recibir a los primeros invitados del recién estrenado año. Ya os contaba la pasada semana que iba a ser una tertulia muy educativa, y no hablo precisamente de que mis compinches vayan a ampliar sus conocimientos académicos. Allí abajo son titulados cum laude en la Universidad de la Vida, esa en la que hay que espabilar a base de cocotazos. Aún así, siempre están dispuestos a recibir nuevos conocimientos que llegan de los Nuevos invitados, como los que pisaron tierra Santa el jueves. Llegaron de la mano de el Maestro, como antiguos colegas de profesión. La mayoría de ellos ya comparten retiro con el Presidente de la República, después de años de pupitres y tizas, ahora cambiados por mesas de grupo y pizarras digitales, en el instituto Inca Garcilaso.


Y es que la educación ha cambiado mucho en todo el tiempo en el que han ejercido como docentes. Precisamente ese fue el tema de conversación principal durante toda la noche. Porque da la casualidad de que muchos de mis amigos bracaneros, han tenidos como maestros o profesores a algunos de los invitados del jueves. Asaltaron Brácana por las bravas, llegando en bandadas hasta sumar un total de seis, más de la mitad de la población bracanera. Cuatro de ellos llegaban advertidos por el Maestro de cómo se las gastan por aquellos pagos, y también por el Chechu, que aprovechó la coyuntura para darse un desmarque con sus colegas de profesión. Los nuevos, a la par que veteranos maestros, fueron el Lorenzo Marqués, el Antonio Guzmán, el Manuel Torralbo, el José Muñoz y el Julián Moreno. A ellos se unió también el José Miguel Osuna, volviendo a Brácana después de años de espera. Aunque se habló mucho de educación, también se hizo en abundancia de vino.


Bueno, más que hablar del líquido elemento, lo que hicieron fue bebérselo. Y es que la camarilla del jueves tarda en pegarse un medio lo mismo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Aún así, entre copa y copa, tuvieron tiempo de repasar cómo eran los alumnos de antes: responsables a la vez que jaranistas, emprendedores pero también adolescentes con lo que ello conlleva.


Me llamó la atención que todos coincidían en señalar que son exactamente igual que los de ahora, pero con menos móviles, menos Internet, menos videoconsolas y menos flequillo. Entre tanta charla de educación, no perdonaron la jatería de los jueves que también fue de nivel gastronómico alto: jamón y queso para empezar, alcachofas al Montilla para continuar -aportadas por el Chechu- y, una vez pertinentemente tapeados, carne en salsa para comer de verdad. Así fue la noche, cogiendo ritmo después del largo peregrinaje navideño, y sin perdonar los digestivos de rigor.
Como veis, la cosa empieza con ritmo, si es que alguna vez se perdió, y por delante espera un largo 2018 repleto de vino, comida, buen rollo y muchos más invitados.