31 de enero de 2021

31 de enero de 2021 - Sin comentarios

Epílogo a un año para olvidar

 Decididamente el año 2020 ha sido para olvidar. Es la razón por la que en los últimos meses me he dejado llevar y apenas su he contando nada de las andanzas bracaneras en tiempos de pandemia. El Coronavirus ha hecho estragos, sobre todo por las víctimas mortales que está dejando, pero también por las consecuencias económicas y sociales que aún están por cuantificar. Modestamente, la República de Brácana ha sido una damnificadas más por el jodido virus. Mis colegas llevan sin pisar Tierra Santa desde febrero y eso son ya muchos meses. Tras el verano se han ido buscando la vida como han podido, buscando chisnacles y tabernáculos varios donde tomarse una buena copa de vino aderezada con una buena Tertulia.





Las imágenes anteriores son el mejor ejemplo de la supervivencia. Renovarse o morir, ¡qué remedio! Posiblemente uno de los momentos más emotivos para mis compinches en todo este tiempo, fue la vuelta a la sede a finales de septiembre para darle un jaleito de limpieza, con la esperanza de poder volver en breve. Pero se acabó el 2020 y todo sigue tal y como lo dejaron, bajo la supervisión de el Silencioso. De vez en cuando el buen hombre se para por la sede para ver que no haya ningún desperfecto grave. Yo que sigo albergando la esperanza de verlos cruzar la puerta cualquier jueves de estos, lo veo cruzar los Montes Bracaneros y se me cae al alma al suelo.


A pesar de esta imagen desoladora, el 2020 se ha cerrado para Brácana al menos, con una salida vinatera hasta Cañada Navarro. Allí llevan meses trabajando en un nuevo proyecto denominado Los insensatos de la Antehojuela. Bajo este peculiar nombre, los hermanos Jiménez y los hermanos Adamuz, habituales de Brácana, y algunas personas más han apostado por darle un giro al tradicional vino de tinaja, innovando tanto en la forma de hace la vendimia, como en la manera de fermentar el mosto para obtener el vino.



De entrada han seleccionado la uva de cinco pagos diferentes buscando el momento óptimo de recolección, sin mirar el nivel de azúcar de la uva. El resultado ha sido cinco vinos totalmente distintos, que aportan matices diferentes a pesar de haber sido obtenidos en parcelas muy cercanas entre sí. El Pretil, Los Llanos, El Lechinal, Los Injertos y Los Turistas han sido los nombres asignados a estos cinco vinos. Evidentemente toda innovación enológica es bendecida por el pueblo bracanero, que se fue a principios de diciembre hasta Cañada Navarro para realizar la pertinente cata.


El Manuel Jiménez ejerció de cicerone, el Juan Adamuz de ayudante y los bracaneros... se bebieron el vino. Lo que viene a ser algo clásico. Para recuperar viejas costumbres, el Ministro de Alimentación se marcó un buen potaje a modo de homenaje gastronómico a las costumbres de la República.


Desde luego, ver para creer, porque hasta a mí se me hizo raro. Hace tanto tiempo que no me junto con ellos en la sede que hasta se me quiebra al alma al contarlo. Esperemos que el 2021 entre con buen pie, aunque me da que después de las fiesta navideñas, en la que no habrá Fin de Año Bracanero, va a complicar la cosa todavía más. Al menos, el final de año viene marcado por las primeras vacunas. Ojalá que sea la solución a la pandemia y que también sirvan para que Brácana vuelve a abrir sus puertas los jueves, recibiendo a mis compinches y también a los embajadores que esperan ansiosos la vuelta a la actividad de la República.



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