3 de diciembre de 2019 -
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Tertulia heterogénea para mediar mayo
Solventado como digo el trámite mensual de organización interna, tocaba de nuevo ponerse manos a la obra con nuevo invitados, que ya son nuevos embajadores. Así que el jueves último, hasta la sede llegó una terna heterogénea difícil de hilar, aunque con su pasión por el vino como denominador común. Tres de ellos ya se habían batido el cobre en estas latitudes: el Juli Cabanillas, el Juanma Rodríguez y su padre, el José Luis Rodríguez, reincidiendo tras su diáspora junto al pueblo bracanero hasta La Fundi, de hace algunas semanas. También estuvo en esa peregrinación el José María Domínguez, pero debutaba en la sede institucional de Brácana tras haber recibido la invitación pertinente. El que si debutó con picadores, sin conocer apenas la historia, fue el Chencho Rodríguez, tonelero junto a el Juanma y el José Luis, y boina verde como sus compadres de profesión.
Presentado el personal que estuvo en Brácana el jueves, toca entrar en los detalles importantes de la noche y uno de ellos fue sin duda la ausencia del maestro de los fogones. Por motivos que no he llegado a saber, el Ministro de Alimentación hizo mutis por el foro, gen que erando de nuevo dudas culinarias entre el personal. Menos mal que ahí estuvieron finos el Suerto, el Paticorto y mi amo, entrando al quite, con buena nota por cierto. Y es que al margen de la jatería aportada por los nuevos emabajadores e invitados, se marcaron una perola de verduras y un pollo al limón con papas a lo pobre para cerrasr el menú. Con anterioridad ya se habían jalado una tapitas en barra de queso y caña de lomo, además de sendas tortilla de patatas elaboradas por el Juanma y el Juli.
Un jueves más, allí se habló de lo divino y lo humano. También de deporte, un clásico en Brácana y, por supuesto de vino. Porque si de algo saben los toneleros montillanos, y en este caso el Juanma y el José Luis Rodriguez es del líquido elemento con el que, por supuesto llegaron a la sede. Aún así la coña de la noche le tocó al Rodríguez senior, a costa de su audífono. Bueno, allí todos le llamaban el sonotone, algo que no sé si es correcto. El caso es que el buen hombre se lo quitaba cada dos por tres y claro, cuando no escuchaba algo, pues preguntaba, Así que más de uno la tomó con él, aprovechando la merma auditiva del pobre hombre.
Y bueno, poco más que contar, que no sea lo de siempre: risas, vino, buen rollo y los digestivos de rigor con los que cerraron la noche. A ver cómo se dar la de la semana que viene porque, según contaron en el consejo de ministros, también viene con pólvora de la buena.
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