9 de agosto de 2020

9 de agosto de 2020 - Sin comentarios

Como si el tiempo no hubiera pasado

 La Fundi es uno de esos lugares que invitan al buen rollo y por eso, es parada obligada al menos una vez al año para el pueblo bracanero. En este 2020, cuyas malas sensaciones ardieron en la hoguera la pasada semana, el dichoso virus había impedido la peregrinación anual. Precisamente por esta razón, mis compinches de los jueves acogieron de buen grado el ofrecimiento de el Juan Castillero, para compartir viandas y vino una noche más.

Ya no sólo es el elixir de los dioses y la jatería lo que anima al personal a cumplir con el ritual, que también. La compañía es el otro gran pilar en el que se asiente la República desde su instauración hace más de una década. Por ello, encontrarse de nuevo con las charlas de el José Luis y el Juanma Rodríguez, con los chascarrillos del gran Negos, con la eterna sonrisa de el José María Domínguez y, por supuesto, con la hospitalidad de el Pichichi y el Juan Castillero, es más que un placer.


Hubo tiempo a lo largo de la noche para hablar del mundo de la tonelería y del vino, ineludible cuando está presente la familia Rodríguez, pero también para recordar uno de los pasajes más surrealistas de las historia de Brácana. Si recordáis, hace ya algunos años el Negos fue indultado por el Tribunal bracanero tras sus continuos desplantes para acudir a la sede los jueves. Tener los garbanzos echados en agua -el que la lleva la entiende- fue la excusa expuesta entonces para no corresponder a las invitaciones pertinentes. Pues bien, el tema volvió a salir a relucir con amago incluso de volver a exiliarle de nuevo si no cumple con la próxima.


Pero si hay elementos inherentes a La Fundi es el vino y la comida.... como si no hubiera mañana. De lo primero hubo en abundancia y de los segundo, pues también. Porque encender el fuego, preparar las ascuas y atacar a las carnes rojas, es ya toda una tradición, De hecho se ocupan tanto el Juan Castillero -magnífico anfitrión y experto en la elección de los manjares- y el Ministro de Alimentación, al que le brillan los ojos nada más ver la barbacoa.

Pues así, entre plato y plato de comida, entre copa y copa de vino, y entre risas y más risas, transcurrió una noche más en la que olvidar la tristeza que supone llevar cuatro meses sin pisar Tierra Santa. Pa' vivir así de bien es mejor no morirse, dice el decálogo de obligaciones bracaneras. Y en ello están, con todas las limitaciones y las precauciones posibles. De hecho, para la semana que viene no hay nada preparado, salvo que haya improvisación (algo que no es descartable). Ya os contaré cómo va la cosa y las previsiones de futuro.



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