8 de agosto de 2020

8 de agosto de 2020 - Sin comentarios

La 'nueva normalidad'

Mis compinches han tenido que esperar hasta finales de junio para vivir esa nueva normalidad de la que tanto se habla, tras la pandemia que está teniendo en jaque a todo el mundo. Las pocas reuniones que han mantenido desde marzo, han servido para dejar varias cosas claras. La primera es que hay que ser responsable con las recomendaciones sanitarias -distanciamiento social, etc-. Por ello, se mantiene la decisión de las autoridades bracaneras de no pisar la sede hasta que la cosa se aclare. La segunda, y no mens importante, es que hay que retomar las reuniones de la República, optando por otras formas de Tertulia que permitan desarrollarlas en espacio abierto, sin invitados pero volviendo a disfritar de ese regustillo que supone beber vino en compañía de los colegas.


Por ello, el pasado jueves el pueblo bracanero volvió a la Hacienda El Rebelde en una fecha señalada, en la que cada año se disputa el Open de Pádel y en Brácana se celebra la Noche de San Juan. De lo primero, nones. El personal entiende que no tiene el chichi pa' faralaes y que el deporte queda en un segundo término. Las prioridades son otras y, para no forzar la máquina, se dedicaron el jueves a lo que mejor saben hacer: charlar, comer y beber vino. 


Así que montaron el campo de batalla en pleno livar, a base de solomillo a la plancha y otros placeres culinarios, que habían quedado relegados casi al olvido comunitario, en todo este tiempo. Como curiosidad, tengo que destacar el sistema de iluminación montado para la ocasión, utilizando para ello la alta tecnología de la Curiana Sónica que puede verse en la foto. Obviamente, el anfitrión, el Carlitos Gracia estuvo en la quedada. Además, fue una sorpresa para mí ver por allí también al Pijo del Pádel, rindiendo visita familiar y aprovechando de paso el sarao para darse unos tientos.


Pero sin dudas, uno de los momentos álgidos de la noche fue el encendido de la hoguera. Ya casi en plena digestión se cumplió con el ritual de saltar el fuego, quemando de paso todos los malos momentos del año. Porque mira que este 2020 está siendo para incinerar desde marzo. Pues a ello se aplicaron con saña, con algún incidente poco destacable como la depilación por llama que sufrieron las piernas de algún insensato que saltó menos de lo que requería el fuego.


Y así, entre salto y salto, copa de vino en la mano, y con el estómago casi en plena digestión, Brácana vuelve a la nueva normalidad: reuniones en el exilio, y con ganas de que el fuego haya devorado a la COVID-19. Por si acaso, la semana que viene vuelven a emigrar fuera de las fronteras bracaneras. Sin miedo pero con respeto al virus, Brácana se reinventa... siempre que haya vino de por medio.

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