23 de febrero de 2012 -
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Peregrinación Bracanera
Si para el Islam
peregrinar a la meca es uno de sus cinco pilares básicos, junto con la
oración, el ayuno, la limosna y la profesión de fé. Para los pobladores de
Brácana Cénter la peregrinación al Monte Parapanda y posterior jornada de
convivencia con los habitantes de Brácana City, a orillas del Génil para atarle
los huevos al diablo es la razón de ser del fundamentalismo bracanero.
Preparando la partida |
Con dicha escusa se presentaron el pasado domingo en Bracana
City, pedanía de Íllora en la provincia de Granada. La expedición partió a eso
de las ocho y cuarto de la mañana de la misma puerta de la sede institucional
con las bajas de “la pantera de la itv”, señora y niño, por encontrarse el
cabeza de familia reventado de la espalda. También faltó a la peregrinación,
“el aijao” con una subida de alergia. “El niño” por problemas de estudios y “el
abertxale” y “la eva”, por… ¡bueno que tampoco fueron coño!.
Tras unos kilometrillos vehiculando la Reina Madre de la República “la divi”,
sacó una petaca de anís seco, que hizo rular entre los peregrinos, y que de
paso perfumó de un aroma muy agradable el autobús. A las 9´15h la expedición
pasaba a los pies del indio de la autovía, dirección a Granada. Yo, que como
podía iba enganchadito en el limpiaparabrisas trasero del autobús, veía a
través del cristal las caras de incertidumbre y nerviosismo que llevaba el
personal camino de la meca bracanera.
Y pasadas las diez de la mañana llegábamos a Brácana City.
Fernando, alcalde de la pedanía nos recibía en persona y tras saludarlos uno a uno,
los invitó a conocer su humilde pueblo. Entonces yo me decidí a estirar las
alitas un poco y pegué una volada.
En la plaza del pueblo |
El paisaje era espectacular, eso me animó a coger altura y desde muy arriba pude ver un
pueblecito precioso, con su placita donde la iglesia y la casa de labriegos del
Conde de Guadiana cobraban protagonismo. Bajé en picado para pasar por la
puerta del cuartel de la
Guardia Civil , ya en desuso, también ví el Colegio y el Ayuntamiento,
y en el otro extremo del pueblo el nuevo consultorio del Centro de Salud.
Me sentía más libre que nunca, y volví a tomar altura, y fue
entonces cuando pude distinguir el blanco resplandor de las nieves de Sierra
Nevada, incluso un soplido de aire frío refrescó mi colorido plumaje. Luego
giré la vista hacia la izquierda y pude ver un macizo impresionante. Era el
monte Parapanda.
La cantera bracanera y el Monte Parapanda |
Con tanta emoción, subidas y bajadas perdí de vista al grupo
de bracaneros, que momentos antes había podido ver callejear con Fernando a la
cabeza, ejerciendo a la perfección de cicerón y recibiendo la bienvenida de más
de un vecino al paso del grupo por sus casas. Entonces me encaminé con mucho
cuidadito al bar La
Golondrína donde sospeché que podían estar desayunando, pero
llegué tarde. ¡Allí habían estado! Los restos de sidra y azúcar de lo hojaldres
en las mesas y suelo del bar así lo delataba.
La verdad que me sentí apurado y por un momento me vi
pasando el resto de mis días en este edén, pero pensé en la caterva del limbo y
en la de los jueves y decidí seguir buscándolos. Pasado un buen rato, y al fin,
dí con ellos. Salían nada más y nada menos que de la fábrica de productos de
cerdo ibérico Sierra de Parapanda, que junto con la agricultura, resultan ser
las principales fuentes de empleo del pueblo.
Salían maravillados, iluminados tras ver y degustar las
maravillas gastronomitas que se pueden sacar de un cerdo. Era como haber visitado el templo del rey jamón.
En el templo del jamón |
Tras la visitas por Brácana City tocaba bajar hasta el río
para compartir la jornada campestre, y así lo hicimos. Yo, nada más llegar a la
zona de las candelas, me pegué un chapuzón en el Genil, mientras mis compadres
acarreaban los bártulos en la zona que nos había reservado Fernando, sin duda
uno de los mejores lugares de todo el paraje.
Llegar allí supuso emular a los indios Arapahoe en su reserva.
Candelas aquí y allá grupos de gentes de todas las edades, compartiendo comida
y bebida, y nosotros allí en medio de toda aquella amalgama de olores y de
sabores. Incluso tres miembros de la Benemérita alternaban en nuestro grupo
bebiendo vino de la tierra y degustando nuestras viandas. Fernando el alcalde,
más bien parecía “pequeño cuervo” el jefe de los Arapahoe ya que era requerido
por toda la gente, gracias a su amabilidad y saber estar.
Cuando uno menos esperaba, sonaba un chupinazo en el cielo
azul de aquel maravilloso paraje, donde el humo de las candelas se mezclaba con
los rayos de sol de un día espléndido.
En la reserva Arapahoe |
Cayó el chorizo a la sidra que preparó
mi amo, la morcilla a la plancha, los filetetitos de lomo, y un sinfín de
“ajetería”, pero el protagonismo se lo repartieron el Coleman (un termo lleno
de cbujito con hielo) que fue rellenado una y mil veces por el Ministro de
Alimentación, y que hizo estragos en la improvisada pista de baile, y los
pastelones de Manolito Aguilar que causaron sensación, en especial, entre la
ciudadanas de Brácana City
El Coleman |
Pero el culmen llegó cuando una amplia representación de
Brácana Cénter subió hasta el escenario desde donde un par de chavales
amenizaban a la perfección el evento, para junto con Fernando (el alcalde)
dedicar unas palabras de agradecimiento y hermanar de por vida ambas
poblaciones. Fernando agradeció la visita de los bracaneros de Brácana Center,
mientras que estos, y encabezados por mi amo, hicieron entrega de unos
catavinos de recuerdo con la inscripción de la tertulia de vino fino, para que
descansen de por vida en las dependencias de las oficinas municipales. Y como
no, antes de volver a poner el pie en tierra mi amo dio hasta tres veces el
grito de ¡Bracaneros!, siendo correspondido por el ¡Au!, ¡Au!, ¡Au!, de rigor. Luego
“el madrid” hizo lo propio para que las bracaneras de Brácana Cénter le
correspondieran.
Sobre las siete de la tarde, y tras la puesta del sol, la
expedición emprendió el camino de vuelta. Las despedidas se alargaron, y
trabajo costó meter a los peregrinos en
el autobús. Lógicamente el camino de vuelta, resultó de lo más ameno, con
cantos típicos de excursionista, chascarrillos y bromas y alguna que otra
cabezadita.
Y por fin y a eso de
las nueve de la noche se encontraban nuevamente en la sede institucional de
Brácana Cénter descargando los bártulos y dando por terminada la peregrinación
a tierra santa.
Fernando, el alcalde |
Difícil, casi imposible diría yo, será olvidar una jornada
tan placentera en que un pueblo de la España profunda demostró a un grupo de
chalados la valía de sus raíces, de su acogimiento o de su calidez. Encabezados
por Fernando, un alcalde alejado de siglas y falsas propagandas electorales y
pregonando bien a las claras su humanidad y la de sus bracaneros.
1 comentarios:
Pedazo de fiesta si señor... pa vivir 'asín' de bien es mejor no morirse.
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