12 de agosto de 2014

12 de agosto de 2014 - Sin comentarios

A pesar de las vacaciones

La semana pasada os contaba que en Brácana habían tomado la decisión de posponer la llegada de nuevos embajadores hasta el mes de septiembre. De esta manera se intenta superar el despendole del personal, que aprovecha estas semanas para realizar visitas institucionales a diferentes puntos de la geografía española. Dicho esto, tengo que resaltar que, una vez más, se lo han pasado por el forro de los güevos.


Casi sin previo aviso, hasta la sede llegaron el pasado jueves el Lolo Molina, vástago de uno de los benefactores de Brácana como el Manolo Molina, además de el Guillaume Negre, primo del primero y sobrino de la Marina, por extensión también de el Paticorto de las Ondas. Este personaje fue el promotor de este improvisado encuentro, aprovechando la presencia en Montilla por vacaciones de el Guillaume, francés de nacimiento, montillano de adopción y, desde el pasado jueves, bracanero por convecimiento, igual que el Lolo. Después de cinco años al pie de cañón, bracaneros y embajadores han hecho de las quedadas del jueves casi una religión. Fijaos si la cosa tiene enjundia, que para la semana pasada estaba prevista una baja importante como la del Ministro de Alimentación, sumándose a la del Pijo del pádel, una vez más por lesión, y a la del Maestro, que sigue quemando ruedas de caravana, al más puro estilo easy rider. Los dos últimos se cayeron de la lista, pero el primero apareció en la sede casi por sorpresa, aparcando su estancia en la costa para calmar la hambruna del pueblo. El caso es que un 'inoportuno' problema físico de el Javi Raya, justificaba la presencia de el Pepelui por Montilla y claro, ya que andaba por aquí, se pegó un pingo hasta la sede. Lo que no sabemos es lo que echó en la bebida del niño, para que todo pareciera un accidente al más puro estilo mafioso, sin que la Ana sospeche nada. Ya lo dice el refranero popular, Doctores tiene la Iglesia, y en este Estado anárquico, independiente y laico, por la gracia de Dios, más todavía.


Por cierto, que se me iba el santo al cielo y no hablaba de jatería. Corrió por cargo de mi amo, que ya ha puesto fin a su periplo por tierras asturianas. Aterrizó en la sede con embutidos de la zona, además de unos filetes de ternera que parecían sábanas de seda a juzgar por la salivación del personal. Todo ello estuvo pertinentemente regado con fino Eladia, traído para la ocasión, además de una botella de Rioja, aportado por el Guillaume. Antes de entrar a matar con los montaditos, se convocó el Consejo de Ministros y se procedió a los juramentos de rigor. La anécdota fue el doble juramento del gabacho, haciéndolo primero en español y posteriomente traduciéndolo al francés sobre la marcha. Tanto él como el Lolo anduvieron más que integrados durante toda la noche, tanto que no perdonaron los digestivos de rigor.


En ello andaban cuando la puerta sonó, buscando ya la primera hora más temprana del día. Cual fue la sorpresa al ver aparecer a el Iván, el pequeño bracanero, reclamando su derecho a pisar Tierra Santa los jueves. Lo curioso es que venía acompañado de un séquito importante con más franceses, primos de el Guillaume, la abuela, la Marina y el Hugo, hasta el momento el miembro más joven del Estado. El pequeñín prefirió quedarse en el exterior, junto a los montes bracaneros, tomando el fresquito. El resto de autoinvitados, se metieron entre pecho y espalda un copasso de PX y pusieron rumbo a Montilla, dejando en el interior a los dos embajadores, junto a el Paticorto y el Ministro de Alimentación. Allí agotaron un par de rondas más charlando de lo humano y lo divino, poniéndose como a nadie le importa, antes de cerrar un nuevo jueves bracanero.

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