13 de noviembre de 2014

13 de noviembre de 2014 - Sin comentarios

Gente de vinos... tertulia segura



Aunque no es menos ciertos que cada jueves es un despiporre en Brácana, cada cierto tiempo la quedada semanal de mis compinches adquiere unos derroteros vinateros dignos de elogio. En buena parte, estos tintes culturales vienen marcados por la personalidad de los embajadores que todas las semanas acuden con la única intención de pasar un buen rato y, si es posible, disfrutar del buen vino. Como he oído por ahí abajo en alguna ocasión, habiendo vino bueno es una tontería beberse el malo. Con esta premisa, por Brácana Center pasaron la última semana tres personas bregadas en el noble arte del vino. Dos de ellos ya había pisado Tierra Santa en anteriores ocasiones, no obstante en esta ocasión estuvieron bien arropado por el Santi Jiménez, responsable de la gestión de lagar Cañada Navarro, junto a su hermano Manuel. Ambos se hicieron acompañar por otro de los grandes benefactores de la República, como el Luis Giménez, al que el mundo del vino tampoco le es ajeno, como responsable directo de Bodegas Alvear. Con estos mimbres, que la conversación derivara en asuntos de vino era cuestión de tiempo.


Para no desentonar, los invitados acudieron hasta el lugar del crimen con sendos bag in box de Cañada Navarro. Tengo que reconocer que el primero, lleno de mosto del año, no levantó demasiada expectación, bajo el pretexto de que en Brácana los vinos jovencitos no acaban de encajar. no obstante, de el segundo, un fino en rama del mismo lugar, no dejaron ni gota, levantando loas y parabienes, en especial de el Pijo del pádel que, un jueves más, se puso como a nadie le importa.
Entre charlas y vino, fueron cayendo los manjares gastronómicos preparados para la ocasión por el ministro de alimentación. Primero fueron unos platicos de aceitunas en lejía del suegro de la Pantera, que por cierto no acudió por enfermedad, de igual manera que el Niño. Junto a las olivas verdes, cayeron varias raciones del aceitunas partidas de el Chocolate, amén de los ya tradicionales platos de jamón, al que casi se le ve ya el hueso. Después de las tapitas, el Pepeluí se destapó como lo que es, un chef de campanilla que no tiene estrella Michelin, sino medios de vino en la solapa del delantal. El jueves se marcó unos Tubos de patata frita atascados con chistorra. Entre la presentación y el sabor del manjar, hubo quien postuló al ministro de alimentación como candidato a la próxima edición de Master Chef, peor no como participante, sino como jurado.


Ya metidos en harina, mientras el vino iba aumentando el nivel de las conversaciones, se procedió a la realización del Consejo de Ministros y al juramento del nuevo embajador. Éste prometió fidelidad a la República y, sobre todo, seguir venerando al vino, auténtico motor de Brácana. Faltaba el plato fuerte de la noche, que tampoco defraudó: una cazuela de setas y gambas con huevos de cordoniz, que sirvieron de antesala a un nuevo golpe de fruta y a los digestivos de rigor.



No me gustaría cerrar la crónica sin hace referencia a mi amo que encadiló al personal con unas zapatillas agenciadas por internet de color morao nazareno. Tal fue la expectación, que casi todos acabaron probándoselas y encargando un par para fechas próximas.
Lo dicho. Podría seguir contando anécdotas de las charla pero, como pasa en las tabernas, lo que se dice en la barra muere en cada copa vacía. El que quiera saber, que se compre un libro o, en su defecto, que pida cita para acudir a Brácana.


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