7 de abril de 2015

7 de abril de 2015 - Sin comentarios

Brácana mágica y el whatsapp de la desesperación



Sé que esperábais como agua de mayo la crónica del último jueves. pero claro, como estamos en marzo, la entrada de la primavera es inestable, y nunca se sabe lo que puede pasar. Algo así nos ha sucedido aquí, en el limbo, donde empezamos a tener problemas de espacio. Antes de entrar a relatar lo acontecido en mi segunda casa hace unos días, no tengo más remedio que presentar a los nuevos inquilinos de esta, mi primera casa. El lunes pasado llegaba al limbo un tipo bajito, con barba poblada, preguntando por la redacción de El Heraldo del Limbo. Evidentemente lo dirigieron hacia mi, que más o menos soy el que controlo aquí el cotarro, a pesar de que no ocupo cargo directivo alguno en el periódico local. Me sonaba su cara pero, claro, cuando se presentó como Ramón Mas Alpuente, aspirante a becario del rotativo, me quedé sorprendido. Andaba dándole vueltas al nombre cuando llegó Labordeta y dijo:
- Coño Moncho, qué hace tú por aquí.
- Moncho no, Ramón Mas, José Antonio. Apunté yo.
- ¿Ramón? Venga Punselito que se te ha ido la mano con el trócolo. Este tipo es Moncho Alpuente, carajo.
Joder, Moncho Alpuente, en el limbo, un tipo de raza con la pluma más afilada que una navaja del Albaicín. Obviamente tardé poco en llevarlo con el director de El Heraldo, el gran Matías Prats, que lo recibió de manera directa:
- Necesitaba un tipo como tú. Ahí tienes el ordenador y ve preparándome una crónica de las elecciones autonómicas pasadas, con más ácido que la batería de un Caterpillar.
Así fue su debut en esta plaza, con Victorinos y picadores. Por aquí anda el hombre, que dice que tiene unas ideillas para echarle pimienta a mis crónicas. Preparando esos cambios andábamos el miércoles en el Flamenlimbo, donde actuaban una noche más Camarón y Paco de Lucía, cuando entró en el local un tipo desaliñado con un amplio mostacho, preguntando por la persona que regentaba el antro. A este sí que lo reconocí a la primera. Vamos, para no darse cuenta de que el gran Pedro Reyes acababa de firmar permanencia indefinida en el padrón del limbo. Uno más para la farándula limbera... veremos cómo acaba todo esto.


Andábamos preparando unos monólogos, cuando caí en la cuenta de que no había escrito nada de la última quedada bracanera. Después del parón motivado por el premio gastronómico, de nuevo se recibía a nuevos embajadores, en esta ocasión invitados por el Ahijao. Dos de ellos, el Juanito López y el Chema Morales, pisaban Tierra Santa por primera vez, mientras que el Tanque y el Charlie ya son considerados como veteranos de guerra en Brácana. Poco tardaron en mezclarse entre el personal, gracias sobre todo al vino con el que llegaron a la sede: Fino el Tifa, de tío del Niño, y Fino Morales, cuidadosamente criado por el padre de el Chema. Tomándole el gusto iniciaron la noche, tapeando en barra a base de jamón y salchichón. No obstante, esta vez mi amo llegó con otra tapita de lomo con champiñón al oloroso, que sirvió para calmar los primeros rigores de la hambruna de cada jueves.


Por cierto, se me pasaba comentar que el pasado jueves se puso en marcha en Brácana el PRB, Programa de Rehabilitación de Brácana. Se trata de un servicio social, mediante el que mis colegas ofrecen la posibilidad de dar cobijo a las almas perdidas de las vecina localidad de Montilla, en situaciones límites. Para ello se ha habilitado el teléfono y el whatsapp de la desesperación. La primera alma cándida que ha hecho uso del servicio ha sido el Félix el de la Tele. El caso es que la criatura venía de grabar un programa especial de Semana Santa en cá Manolito Aguilar. Por lo que pude oir, la cosa no salió como estaba prevista, de manera que andaba con los cojones más calientes que la bragueta de un soldado en Ibiza. Ante este panorama, utilizó el whatsapp de la desesperación, vía Paticorto de las Ondas, y entró en Brácana como un Victorino desbocado. Como os podéis imaginar, aunque agradeciendo la labor solidaria de Brácana, poco tardó en fundirse con el personal, atacando sin piedad al líquido elemento, y aprovechando la salida del plato estrella de la noche, esta vez todo un clásico como huevos con patatas fritas.


A partir de aquí la noche se despendoló, como era de esperar. La presencia en Brácana de el Tanque es sinónimo de magia, y esta no faltó ante la atenta mirada de el Silencioso que esta vez tampoco pilló al mago en renuncio alguno. Especialmente llamativo fue el truco en el que el Tanque adivinó la carta elegida, plasmándola en una servilleta con manchas humedas ¡La madre que lo parió! En ese momento hubo quien hizo amago de abandonar la sede con los plomos fundidos. Ninguno lo hizo antes de meterle mano a los digestivos de rigor, con los que se cerró una nueva noche. Veremos cómo se da la siguiente.