6 de diciembre de 2016

6 de diciembre de 2016 - Sin comentarios

333 jueves sin tregua

Antes de que me pintéis la carita, ya lo hago yo. Entono el mea culpa después de semanas sin actualizar mi bitácora bracanera, hago propósito de enmienda una vez más, y a otra cosa, mariposa.
Tenía que empezar así porque es cierto que este mes de noviembre está resultando de lo más movidito aquí arriba y, bueno, también ahí abajo.


Tirando de estadísticas, el pasado jueves mis colegas cumplieron la Tertulia número 333. Es un número redondo que da prueba de la dimensión bracanera, desde que la República quedará oficialmente constituida. Para tal efeméride se había preparado una terna de embajadores de tronío, que dirían los taurinos, con invitados de el Maestro que finalmente no se presentaron. Este hecho provocó el regocijo de el Silencioso, la persona que acumula más desplantes de embajadores en Brácana, recordándolo cada cuarto de hora. Vamos, que el personal se hubiera quedado compuesto y sin embajadores, de no ser por el Moisés Márquez.


Como digo, fue el único que cumplió con las previsiones, y por tanto, el único que compartió velada con mis compinches, en una noche de mucha charlita de barra, en la que destaco sobre todo dos asuntos. Por un lado se batió el récord del apartado que denomino cada jueves como follangueo. Los asiduos del blog ya habréis comprobado que este tema de tertulia es más que recurrente. De hecho, parece que en Brácana es como el ejercicio físico, según los médicos: media horita al día y se queda uno como nuevo. Más o menos es lo que hicieron el jueves, sólo que esta vez dedicaron algo más de tiempo a esta ciencia infusa, que diría el Ligre. Por cierto, que sigo echándolo de menos, porque continúa su periplo malagueño, causando baja semana a semana, para desánimo propio y del resto del personal.


El otro asunto destacado que acaparó buena parte de la charla, fue el trabajo. Como en Brácana no hay ministerio que regule este sector, cada vez que viene alguien de fuera, aprovechan para ponerse al tanto de lo que sucede más allá de los Montes Bracaneros. No debe ser muy bueno, porque todo el que llega lo hace resoplando, jurando en Arameo y blasfemando a diestro y siniestro.
Entre unas cosas y otras, fue pasando la noche, regando la plaza con Fino Trepaquintos. El vino en cuestión, fue aportado por el propio Moisés que se manejaba como pez en el agua en Brácana. Sobre sus características, las del vino, tan sólo aportar un comentario de el Maestro al que todavía estoy dándole vueltas:
- Es un vino que tiene proyecto.


También se dio forma durante la velada al proyecto culinario semanal. Se inició con un surtido de tapas preparadas por la Belén, cónyuge de el Moisés, rematando en tablas con unas albóndigas de chorizo. Tras ponerse como a nadie le importa, tampoco perdonaron los digestivos de rigor, emboquillando una nueva tertulia de las que os hablaré la semana que viene.