29 de febrero de 2020

29 de febrero de 2020 - Sin comentarios

Entre toneleros anda el juego

Aunque el vino fino es el hilo conductor de cada Tertulia bracanera, en la República no se olvidan de todo el proceso que sigue desde que las uvas brotan en las cepas, hasta que acaban en la copa convertidas en néctar de dioses. Agricultores, bodegueros, arrumbadores y capataces, han dejado su impronta a su paso por la sede y, por supuesto, toneleros. Es un oficio particular, artesano y autóctono, cuya labor es fundamental en el proceso de crianza y envejecimiento del mosto original. Por ello, de vez en cuando se dejan caer por Brácana profesionales de este sector, como el José Luis Rodríguez y el Juanma Rodríguez, que estuvieron el jueves en la Tertulia. Llegaron acompañados de el José María Domínguez, un embajador también veterano, que ha hecho buenas migas con el personal, desde que coincidieron en La Fundi a finales del año pasado.



La presencia de toneleros en la República implica una charla continuada sobre maderas, vinos, whiskies y rones. La penúltima Tertulia de febrero transcurrió por esos parámetros, entre mojama, tortillas, jamón y queso, que sirvieron para apaciguar la fogosa entrada del personal en la sede.
De todas las charlas escuchadas, el jueves, me quedo con la historia de los cooper. Como no vulnera el secreto de sumario, me veo en la obligación de contarlo porque hizo que el personal se descojonase.


El caso es que el palabro aglosajón cooper, sirve para nombrar al tonelero en la lengua de Shakespeare. Según parece, hace algún tiempo, los Rodríguez viajaron a Escocia para despachar unos asuntos profesionales y, claro, entre col y col lechuga. Quiero decir que fuera de su horario laboral no dejaron pasar la ocasión para visitar los pubs de la zona, donde los presentaron como los coopers. Allí se dio una confusión, porque los parroquianos entendieron que los Rodríguez eran ejecutivos de la marca Mini Cooper, y que su presencia en la localidad, respondía a regalar unos coches de la citada marca, a modo de promoción. Entiendo que el revuelo fue mayúsculo, aunque como el viaje fue cortito, la cosa quedó en anécdota sin que hubiera revuelta popular.


A todo esto, la noche del jueves fue avanzado con un nivel tertulia cum laude, entre chanzas, características de la madera idónea para el vino y más jatería. Porque ya alcanzando la madrugada del viernes, se zamparon un arroz con carrilladas, previo a los digestivos de rigor, para falagar toda la comida anterior. Por cierto, que se me olvidaba. Que el jueves celebraron también el cumpleaños de el Ahijao, festejado con unos negritos de ca' Bellío. Un día más que se cuestan sin comer los mu cabrones. Me despido y el jueves que viene cerramos el mes con más invitados, más vino y más tertulias porque, pa' vivir así de bien es mejor no morirse.



Entre vinos y fontaneros

Mitad de febrero y sin novedad en el frente. El año avanza en la República a ritmo de vértigo, a punto de darle papela al invierno. Aunque, la verdad sea dicha, este año frío lo que se dice frío, no estamos pasando en Brácana. Lo digo con conocimiento de causa porque la máquina del aire que se ha convertido en atalaya desde hace más de una década, apenas si están teniendo uso en los últimos meses. Dr todas maneras, la sede bracanera es algo así como un microclima en el que la temperatura es constante y elevada cada jueves, más aún si los invitados se encargan de echarle gasolina.


Así ha pasado una semana más, con dos nuevos embajadores que se mimetizaron con el entorno nada más pisar Tierra Santa. Hablo de el Juan el Buchaco y su primo Juan. Dos boinas, criados a la sombra de una cepa, esperando la maduración de la uva y su posterior fermentación, desde que tienen uso de razón. Era una visita que se esperaba desde hace tiempo, pero que no había cuadrado por razones que ahora no vienen al caso. Pero, como a cada cerdo le llega su San Martín (tiro de refranero, que no de comparaciones) el jueves pasado llegó el día D y la hora H. Llegaron de la mano de el Kichi que está revolucionando Brácana desde su confirmación oficial como bracanero de pleno derecho.


Tanto es así, que el jueves pasado ya ofreció al personal los detalles de la próxima diáspora bracanera, prevista para primeros de marzo, hasta Jerez. Puede sonar a provocación porque todos sabéis que Brácana bebe de los vinos de Montilla Moriles. Aún así, ya recordaréis también que gracias a el Kichi, hace algunos años se cambió la Constitución, abriendo la puerta a que los vinos de la localidad gaditana llegarán hasta la República. Aprovechando esta circunstancia, el viaje cultural bracanero de este año será hasta las Bodegas Marqués del Real Tesoro. Según contó el Kichi, es un templo del vino que encaja perfectamente con la idiosincracia bracanera, así que miel sobre hojuelas.
Volviendo a la noche del jueves, además de las explicaciones pertinentes sobre la visita a la bodega ya citada, cabe destacar el nivel de acoplamiento de los dos Juanes. Ojo, tanto a nivel enológico como gastronómico, que eso ya es mucho decir. Bueno, ellos dos y el Carlitos Gracia y el Antonio, que también se dejaron caer el jueves para darle una vuelta a la República.


El Fino Latiguillo ruló como alma que lleva el diablo, haciendo equilibrios con los callos y los caracoles en salsa que se zamparon. Esta amalgama de sabores y olores, aderezados con andanzas y chascarrillos del personal, equilibraron una noche de bajas, porque ni el Presidente, ni el Abertxale, ni el Paticorto aparecieron por allí. Suplieron su ausencia con creces el Kichi y el Suerto que cerraron la sede el jueves, para continuar en la Noche, lugar de peregrinaje para el personal, cuando la efervescencia enológica cupa el lugar de la razón. Y ya se sabe: Jueves de Pasión, viernes de Penitencia.


10 de febrero de 2020

10 de febrero de 2020 - Sin comentarios

¡Como cochinos!

Hoy tengo que contar la historia de Juanito y Ricardito. Eran dos jóvenes lechones, que pacían tranquilamente por alguna de esas dehesas del mundo (o en una granja, vete tú a saber) y acabaron su trayectoria vital en la República de Brácana. Con estas escuetas líneas, a la vez que precisas, podría cerrar la crónica del pasado jueves: otro homenaje gastronómico en toda regla. Porque esta vez, la Tertulia del jueves giró en torno al cochinillo asado.


Mis colegas llevaban semanas dándoles vueltas al atracón culinario. Comenzaron por la adquisición de las piezas, responsabilidad que recayó en el Presidente de la República para dejar constancia de la la importancia del evento. No menos importante era cocinar el manjar, así que ante los reducidos medios de la sede, optaron por dejarlo en manos de el Abertxale, tirando de amarras en el horno de leña de Bellido. Ya contaban de antemano con los comensales, los doce de Brácana, a los que se unieron el Fernando y el Luis Giménez, además de el Manuel Jiménez (la presencia del trío en la sede hace tiempo que dejó de ser noticia, aunque siempre es bienvenida).


Pero faltaba el líquido elemento. Para la ocasión se agenciaron una baja de Tinto La Zarcita y, además, la familia Alvear se dejó caer con otra de Tres Miradas, en concreto la tercera cosecha del 2016. Esta última llegó a duras penas al momento álgido de la noche: cortar los cochinillos. Sin duda fue uno de los momentos estelares. Los amigos del buen yantar saben de sobra que requiere de un ritual, según he podido saber, nacido en la ciudad de Segovia. Al parecer el corte del cochinillo con un plato, sin utilizar cuchillos ni cubiertos, lo inventó un famoso asador segoviano cuyo restaurante se encuentra cerca del acueducto romano. Tuvo que cortar la carne delante de sus clientes, pero como no tenía un cuchillo cerca decidió utilizar el plato para hacerlo. Hoy en día, así se sabe si el cochinillo está bien cocinado y tierno.


Y como en Brácana todo son tradiciones, así lo hicieron. Ninguno de los que estaba allí anoche pudo adjudicarse la responsabilidad del cocinado, así que nombraron digitalmente, esto es a dedo, a el Fernando Giménez. El buen hombre aceptó de buen grado el cargo, pero no romper el plato, como también manda la tradición. De eso se encargó el Silencioso que para romper -léase el pie, el hombro, la hernia, etc.- se las pinta.


El corte del segundo de los cochinillos fue para el Manuel Jiménez y la rotura del plato también para el Silencioso: total dos piezas menos en la ya exigua vajilla bracanera. El caso es que los cochinillos duraron lo mismo que una caramelo en la puerta del colegio, y eso que ya le habían bajado más de tres dedos al jamón con anterioridad.


Además, la mayor parte del personal, le metió mano al plato al estilo medieval, chupándose los dedos y mojando sopas en la grasa del animal. Lo que en un principio era pena por los animalitos, se transformó de pronto en una orgía gastronómica en la que la frase más común fue esto sí que está bueno.


Un apunte más porque la diáspora bracanera prevista para marzo sigue viento en popa. Hace algunas semanas os dejaba como pista que pretenden visitar tierra de vinos -algo que tampoco es noticia-. Hoy añado que es cuenta con una bodega en honor a La Faraona, la más grande que diría el Ministro de Alimentación... la Lola Flores. La semana que viene, cuando tenga más datos, nuevas pistas.


2 de febrero de 2020

2 de febrero de 2020 - Sin comentarios

Gente de vinos

Pues como quien no quiere la cosa, en Brácana ya se han zampado el mes de enero. Hay que ver lo rápido que pasa el tiempo. Hace nada estaban comiéndose las uvas de la potra y en un abrir y cerrar de ojos ya estamos casi metidos en el carnaval, aunque esta fiesta apenas si tiene relevancia en la República. Lo que si va tomando forma este año es la salida cultural. Aunque la programan año tras año para marzo, siempre acaban pasándosela por el forro. Aún así, esta vez parece que van en serio y, por lo que pude escuchar en los diversos corrillos que se forman cada jueves, en marzo habrá diáspora hasta tierra de vinos. Ya os contaré.


Hablando de vinos, la tertulia del pasado jueves fue de esas que gustan a mis compinches. Invitados, ya embajadores, que tienen en el líquido elemento su forma de vida, porque el sueldo les va en mostrar al personal las virtudes del vino y, por supuesto, venderlo oportunamente. Los tres son delegados comerciales del Grupo Pérez Barquero de Montilla: el José Carlos Márquez de Tomás García, el Juan Luque de Pérez Barquero y el Jorge Delgado de Gracia Hermanos.


Dicho esto, como es obvio, buena parte de la noche transcurrió hablando de vinos, de las andanzas de los comerciales de este producto y de las anécdotas vividas tratando de encajar el vino por esos mundos del Cóndor Bendito de los Andes. Como es lógico el vino que se bebió el jueves fue aportado por los propios embajadores, que también se dejaron caer con algunas viandas para hacer más llevadera otra dura noche de trabajo en Brácana.


Otro aspecto destacable de la última quedada es que los efectos del virus que ha venido afectando a la República en las últimas semanas parece remitir, ya por fin sin bajas. Ahora que más allá de las fronteras bracaneras está golpeando el coronavirus procedente de China, el Ministerio de Sanidad está sopesando seriamente, cerrar las puertas a cal y canto, así como el espacio aéreo de la República. De hecho sobre la mesa hay una propuesta de que todo el personal permanezca incomunicado durante un periodo no inferior a 48 horas el próximo jueves, en el interior de la sede.


¡Serán cabrones! No dan puntada sin hilo. Lo mejor de todo es que de momento la propuesta cuenta con una amplia mayoría. De hecho valoraron si en la nevera y en el barril hay comestibles y bebestibles para aguantar todo ese tiempo. Y según parece, les cuadran las cuentas, a pesar de que el jueves dieron casi con todo lo que pusieron sobre la mesa. Además de los entrantes llevados por los nuevos embajadores, se jalaron una habitas con huevo, además de unos montaditos variados y una piña al natural.


Con todo eso, era prácticamente imposible no rematar la faena con los digestivos de rigor que, en algunos casos fueron dobles. Un día más en la oficina, que diría el otro. Por cierto, que también van dándole forma ya al Premio al Mérito Gastronómico que se entregará en marzo. Están montado un pifostio chulo, así que a ver si todo cuadra y la décima edición se celebra por todo lo alto, por primera vez con el nombres de Memorial el América. No le he contado nada aún, aunque ahora le diré lo que están preparando, en la cena de bienvenida del mes de febrero que el Rubio ha montado en El figón del Limbo. Otra noche que nos acostamos sin comer... y van ya unas pocas.