9 de agosto de 2020

9 de agosto de 2020 - Sin comentarios

De vuelta a Villa Locura

 Ya sé que he estado una semanas ausentes, pero es que la actividad bracanera está reducida casi al mínimo, siguiendo con las Tertulias en el exilio. Ya os he contado en algunas ocasiones que la seguridad, o al menos la prudencia, está siendo el denominador común en estas últimas semanas con motivo del virus. Por ello la última quincena ha tenido como nombre propio el patio de la Cooperativa La Unión, para llenar ese agujero que supone seguir sin poder pisar la sede.

Pero claro, a pesar de estar agustico, en los bares y chisnacles no se está igual que en Brácana. Con sus cosas buenas y menos buenas, como en casa no se descansa en ningún sitio. Y como a falta de vino fino, bueno es vino de tinaja, el jueves pasado echaron mano de la residencia de verano de el Ligre: Villa Locura. Es un sitio que me trae unos recuerdos excelentes, a pesar de que ya no está el árbol que me sirvió de refugio tantas noches bracaneras. De hecho, nada más saber que iban para allá, le di un toque a mi amigo Mustafá, el búho que habitó tanto tiempo en esas ramas. Esta vez tuvimos que reposar sobre un nogal, con vistas privilegiadas a la tertulia bracanera que, ahora sí, fue mucho más hogareña.


Antes de que me olvidé, tengo que resaltar que la ida fue de lo más curioso, porque casi la mitad del pueblo bracanero acudió en bicicleta. Aquello parecía Verano Azul, pero sin Bea ni Desi -cada uno que elija ya su personaje-. De toda la noche, además, me quedó con el nuevo invento bracanero. El caso es que se quedaron cortos en las previsiones y en poco más de hora y media de habían jalado los siete litracos de vino previstos. Saltaron las alarmas y hubo que tirar de la taberna de guardia -léase ca la Eladia- para incrementar la oferta ante la ingente demanda. Fue el presidente el que hizo las gestiones en bici, así que como el vino llegó caliente, se inventó un sistema que ya han patentado como el Bicivin. Esto es llenar de hielo las alforjas de la bici, a modo de tenderete ambulante para refrescar las gargantas del personal.


 Pues parecer un poco aparatoso, pero el personal le dio el visto bueno, sobre todo porque nu hubo que lamentar entrar en una estado de ley seca por la falta de vino. Bueno, que me piro por hoy, con una foto que demuestra la mentalización bracanera respecto a la COVID-19. La semana que viene vuelven a Villa Locura, imagino que con la Bicivin y con más ganas de volver a la normalidad. Ya os contaré.


Como si el tiempo no hubiera pasado

 La Fundi es uno de esos lugares que invitan al buen rollo y por eso, es parada obligada al menos una vez al año para el pueblo bracanero. En este 2020, cuyas malas sensaciones ardieron en la hoguera la pasada semana, el dichoso virus había impedido la peregrinación anual. Precisamente por esta razón, mis compinches de los jueves acogieron de buen grado el ofrecimiento de el Juan Castillero, para compartir viandas y vino una noche más.

Ya no sólo es el elixir de los dioses y la jatería lo que anima al personal a cumplir con el ritual, que también. La compañía es el otro gran pilar en el que se asiente la República desde su instauración hace más de una década. Por ello, encontrarse de nuevo con las charlas de el José Luis y el Juanma Rodríguez, con los chascarrillos del gran Negos, con la eterna sonrisa de el José María Domínguez y, por supuesto, con la hospitalidad de el Pichichi y el Juan Castillero, es más que un placer.


Hubo tiempo a lo largo de la noche para hablar del mundo de la tonelería y del vino, ineludible cuando está presente la familia Rodríguez, pero también para recordar uno de los pasajes más surrealistas de las historia de Brácana. Si recordáis, hace ya algunos años el Negos fue indultado por el Tribunal bracanero tras sus continuos desplantes para acudir a la sede los jueves. Tener los garbanzos echados en agua -el que la lleva la entiende- fue la excusa expuesta entonces para no corresponder a las invitaciones pertinentes. Pues bien, el tema volvió a salir a relucir con amago incluso de volver a exiliarle de nuevo si no cumple con la próxima.


Pero si hay elementos inherentes a La Fundi es el vino y la comida.... como si no hubiera mañana. De lo primero hubo en abundancia y de los segundo, pues también. Porque encender el fuego, preparar las ascuas y atacar a las carnes rojas, es ya toda una tradición, De hecho se ocupan tanto el Juan Castillero -magnífico anfitrión y experto en la elección de los manjares- y el Ministro de Alimentación, al que le brillan los ojos nada más ver la barbacoa.

Pues así, entre plato y plato de comida, entre copa y copa de vino, y entre risas y más risas, transcurrió una noche más en la que olvidar la tristeza que supone llevar cuatro meses sin pisar Tierra Santa. Pa' vivir así de bien es mejor no morirse, dice el decálogo de obligaciones bracaneras. Y en ello están, con todas las limitaciones y las precauciones posibles. De hecho, para la semana que viene no hay nada preparado, salvo que haya improvisación (algo que no es descartable). Ya os contaré cómo va la cosa y las previsiones de futuro.



8 de agosto de 2020

8 de agosto de 2020 - Sin comentarios

Sin vacaciones, pero con vino

 Pues, como quien no quiera la cosa, ya estamos en julio. Qué lejos queda ya marzo, cuando se tomó en Brácana la decisión de suspender cualquier actividad en la sede hasta nueva orden. Ya os contaba la semana pasada que ahora toca peregrinar y cumplir con las invitaciones que estaban en el aire, siempre procurando espacios abiertos que permitan cierta interacción... pero como dicen por allí, que corra el aire.

Para comenzar julio, la cosa viene cargadita porque ya se han planificado dos salidas consecutivas. La primera, la del pasado jueves, ya estaba programada. La segunda, como contaré más adelante, salió sobre la marcha. El caso es que esta vez los anfitriones fueron el José Luis y el Juanma Rodríguez. Recibieron al pueblo bracanero para realizar una pequeña visita guiada a la tonelería, repasando los pormenores de un oficio tradicional.


Bueno, en realidad, la visita fue la excusa para remojar el gaznate una semana más. Sobre todo porque a lo largo del recorrido, recogieron una jarra de las de volteo con amontillado, que el Ahijao se encargaba de repartir como los aguadores de antaño. Se me olvidaba decir que, además de mis compinches, a esta visita se unieron el Pichichi y el Juan Castillero. Menudos personas, sobre todo este último, que llegó a la reunión en un Citröen DS, conocido popularmente como Citröen Tiburón. 


Como podéis imaginar, el vino no faltó... y la jatería tampoco. Está costando pero poco a poco el personal va cogiendo forma, esta vez remantando la noche con un conejo en salsa, como en los buenos tiempos. Mientras se lo jalaban, se fraguó la quedada de la próxima semana. Será en La Fundi, mítico lugar para el pueblo bracanero, que ya ha encargado un palé de Almax, por lo que pueda tronar.


La 'nueva normalidad'

Mis compinches han tenido que esperar hasta finales de junio para vivir esa nueva normalidad de la que tanto se habla, tras la pandemia que está teniendo en jaque a todo el mundo. Las pocas reuniones que han mantenido desde marzo, han servido para dejar varias cosas claras. La primera es que hay que ser responsable con las recomendaciones sanitarias -distanciamiento social, etc-. Por ello, se mantiene la decisión de las autoridades bracaneras de no pisar la sede hasta que la cosa se aclare. La segunda, y no mens importante, es que hay que retomar las reuniones de la República, optando por otras formas de Tertulia que permitan desarrollarlas en espacio abierto, sin invitados pero volviendo a disfritar de ese regustillo que supone beber vino en compañía de los colegas.


Por ello, el pasado jueves el pueblo bracanero volvió a la Hacienda El Rebelde en una fecha señalada, en la que cada año se disputa el Open de Pádel y en Brácana se celebra la Noche de San Juan. De lo primero, nones. El personal entiende que no tiene el chichi pa' faralaes y que el deporte queda en un segundo término. Las prioridades son otras y, para no forzar la máquina, se dedicaron el jueves a lo que mejor saben hacer: charlar, comer y beber vino. 


Así que montaron el campo de batalla en pleno livar, a base de solomillo a la plancha y otros placeres culinarios, que habían quedado relegados casi al olvido comunitario, en todo este tiempo. Como curiosidad, tengo que destacar el sistema de iluminación montado para la ocasión, utilizando para ello la alta tecnología de la Curiana Sónica que puede verse en la foto. Obviamente, el anfitrión, el Carlitos Gracia estuvo en la quedada. Además, fue una sorpresa para mí ver por allí también al Pijo del Pádel, rindiendo visita familiar y aprovechando de paso el sarao para darse unos tientos.


Pero sin dudas, uno de los momentos álgidos de la noche fue el encendido de la hoguera. Ya casi en plena digestión se cumplió con el ritual de saltar el fuego, quemando de paso todos los malos momentos del año. Porque mira que este 2020 está siendo para incinerar desde marzo. Pues a ello se aplicaron con saña, con algún incidente poco destacable como la depilación por llama que sufrieron las piernas de algún insensato que saltó menos de lo que requería el fuego.


Y así, entre salto y salto, copa de vino en la mano, y con el estómago casi en plena digestión, Brácana vuelve a la nueva normalidad: reuniones en el exilio, y con ganas de que el fuego haya devorado a la COVID-19. Por si acaso, la semana que viene vuelven a emigrar fuera de las fronteras bracaneras. Sin miedo pero con respeto al virus, Brácana se reinventa... siempre que haya vino de por medio.

7 de agosto de 2020

7 de agosto de 2020 - Sin comentarios

...dos meses largos después

 Pues todavía dura el follón del virus y parece que va para largo. Pero bueno, al menos las restricciones de las últimas semanas se han aflojad un poco y ya se puede salir a la calle, tomar unos vinos... y ahí es donde entra en juego el pueblo bracanero. Siguen sin poner pie en la sede, pero desde el último jueves de mayo, al menos ya se reúnen en terreno neutral -léase bares como El Enganche o La Guarida- para aplacar las ansias de la travesía en el desierto que ha supuesto el confinamiento.

Y ya con el gusanillo en el cuerpo era cuestión de tiempo que se inventaran algo. Lo que ha quedado claro es que a la sede no vuelven este verano. Ello no quiere decir que no vayan a reunirse. De hecho, la semana que viene vuelven a la Hacienda El Rebelde, sin pádel, pero en un espacio suficientemente amplio como para que corra el aire, dándole de lado al puto virus de los cojones.

El Ministerio de Sanidad de Brácana suspende indefinidamente las Tertulias de los Jueves


Pues ya está. Mis peores temores se han confirmado. Por decisión unánime Brácana cierra sus puertas de manera indefinida, para evitar que el virus, la COVID-19, traspase las fronteras de la República. Después de varios días de intensa actividad en el grupo de Whatsapp, han decidido recluirse en sus propias casas, siguiendo la obligación dictada en España, con la declaración del Estado de alarma desde el pasado 14 de marzo. 

La verdad es que es un marrón porque se ha suspendido en todo el país la libre circulación de personas, salvo por causas absolutamente justificadas, durante al menos dos semanas que podrían prorrogarse si la cosa no mejora. También se ha suspendido la actividad educativa, así que los niños a casita. Brácana ha tirado de responsabilidad y sigue las directrices que se están adoptando en muchos países por lo que tras meditarlo, se suspenden las reuniones de los jueves sin fecha de vuelta, aplazando los eventos programados más inminentes, como la décima edición del Premio al Mérito Gastronómico.

Habrá que ver cuánto dura esto y cómo hacen mis colegas para sobrellevar una tradición con más de una década de trayectoria, como reunirse todas las semanas, con frío, calor, lluvia o viento... pero claro, no contaban con un virus como este que está provocando muertes y un caos mundial de mil pares de cojones. Por lo pronto se oye que habrá quedada el jueves, pero cibernética, cada uno en su casa y brindando a través de Internet. No es lo mismo pero al menos se quitarán el gusanillo pegándose unos golpes hogareños.

La COVID-19 y la madre que la parió

Brácana, a pesar de ser una República cuyo funcionamiento y orden transcurren al margen de cualquier lógica, no es ajena a los acontecimientos que suceden fuera de sus fronteras. Normalmente las situaciones que no afectan a las reuniones semanales quedan en mera anécdota, ocupando apenas unos minutos de la Tertulia. No obstante, yo que tengo buen olfato a pesar de mi pequeño tamaño, me parece que esta vez la cosa va a tener sus consecuencias. El caso es que en China ha aparecido un coronavirus, un virus de esos raros cuyo origen es toda una incógnita para los investigadores. La COVID-19, que es el nombre científico de está enfermedad, se está extendiendo por todo el mundo. Según comentaron mis colegas el jueves, la cosa es preocupante porque es altamente infecciosa y ya ha provocado un buen número de muertes en el país asiático. De hecho el presidente de la República acudió de la guisa que veis más abajo en la última Tertulia, escenificando el pánico que comienza a sentirse entre la población ante el temor de que el virus llegue a los territorios cercanos a Brácana.

Aunque el personal se tomó con cierta tranquilidad el aviso presidencial, está por ver cómo afecta en el futuro esto a Brácana, porque comienza a hablarse de confinamientos en las ciudades para evitar contagios. Como digo estaré atento y os contaré cómo evoluciona esto la COVID-19 y qué decisiones adopta el Ministerio de Sanidad de la República, cargo que ostenta el Silencioso. Como podéis entender, el coronavirus de las narices ocupó buena parte de la Tertulia del jueves, en la que Brácana fue testigo del lanzamiento del nuevo diseño de Manzanilla La Guita.

Fue obviamente el Kichi el que acudió con tal presente, dando continuidad a la incursión realizada día atrás hasta Jerez, para probar nuevos vinos de otras zonas.

Bueno, pues no tengo muchas más cosas que contar. Hoy he hecho una excepción narrando una tertulia sin invitados, porque se nota que hay cierta inquietud entre mis colegas por la irrupción mundial del coronavirus. Ya veremos en qué queda todo esto.



6 de agosto de 2020

6 de agosto de 2020 - Sin comentarios

Porque el vino es un Tesoro

Lo prometido es deuda, así que vuelvo una semana más con las andanzas bracaneras. Como comentaba en la entrada anterior, la última quedada del jueves sirvió para preparar el viaje a Jerez que se pegaron el pasado fin de semana, para comenzar el mes de marzo. Ha servido para retomar una vieja costumbre de la República como las visitas culturales, que normalmente van ligadas al mundo del vino.
En esta ocasión, como ya he comentado, han optado por visitar la Bodegas Real Tesoro de Jerez, gracias a las gestiones realizadas por el Kichi, que ejerció de cicerone durante buena parte de la visita. Os dejo unas cuantas fotos del viaje porque, como dice el refranero, una imagen vale más que mil palabras.



Bueno, hasta aquí todo más o menos normal. Cachondeo, vino, algo de cultura, caballos... Podría haber sido un viaje más si no hubiera sido por el método de transporte. Lo he dejado para el final porque la cosa tiene guasa. Ya de vuelta, el autobús empezó a hacer un ruido raro, que resultó ser una avería de la suspensión. Ante esta situación el personal optó por pedir un cambio de autobús y, ya se sabe, cuando esta gente se queda tirada en algún sitio es cuando empieza la fiesta de verdad.


De hecho, en medio en uno de los restaurantes de la autovía A-4, montaron el campamento. Dieron con la birra de la estación de servicio y montaron una juerga en condiciones, que hubiera precisado la presencia de la Guardia Civil, de no ser porque en kilómetros a la redonda no había un alma, salvo la del personal de la gasolinera.



Podría entrar en detalles, pero el viajito de marras dio para un libro por sí solo. Creo que con las fotos es suficiente, sobre todo porque había ganas de pegarse un sarao -salvedad hecha de la anécdota del autobús- con el personal y las respectivas. El jueves que viene volvemos a la carga.

Tiempo de Cuaresma... para beber vino

Febrero ha terminado con el inicio de la Cuaresma, previo a la Semana Santa. Es una fecha especial, a pesar de que en Brácana no tiene especial reflejo. No obstante, para situar al personal, siempre es bueno dejar constancia de los rituales que se celebran más allá de las fronteras bracaneras, para no perder el norte. Como digo, vamos ya a por otros mes que se presenta intenso, sobre todo por la visita del 7 de marzo a las Bodegas Real Tesoro de Jerez.


Pero vamos primero con los nuevos invitados que llegaron a la sede el jueves. En principio eran dos, pero acabaron siendo tres, fieles a la idiosincracia bracanera de pasarse por el forro las previsiones, improvisando el momento... CARPE DIEM, como dijo el poeta romano Horacio. El Manolo Raigón, el Rafa Vázquez y el Dani Sanabria, son los nuevos embajadores de Brácana: un trío discreto, pero con arrestos en el mundo del vino y el alterne. La historia del duo que se convirtió en trío es fácil de explicar porque una llamada de teléfono separa al primero del segundo. Lo que viene a ser un vente p'acá y nos damos unos tientos, que recibió un sí por respuesta de el Dani, que en poco más de diez minutos cambió el sofá de su casa por una copa de vino.


Y con esos mimbres hicieron el cesto. Esta vez voy a cambiar la forma de contar la velada bracanera, cediendo la iniciativa a los propios invitados. No es muy ortodoxo que digamos, pero sí refleja los sentimientos de la peña que pasa por la sede semana a semana. El caso es que a lo largo del fin de semana, tanto el Manolo Raigón como el Rafa Vázquez han enviado sendos mensajes para agradecer al pueblo de Brácana su invitación. Sus palabras se han extensibles (entiendo yo) al Dani Sarabia.



Abrazando la República, o unas reflexiones post-coitum
En estos tiempos que nos ha tocado vivir, tiempos ricos en mediocres y escasos en sentido común, tiempos, al fin y al cabo, de lesa humanidad, tiempos recios en los que nos  olvidamos de lo que somos, aún hay prácticas que nos mantienen vivos.
Los humanos mamíferos somos seres sociales que precisamos comer y beber para sobrevivir, que nuestro único objetivo real en la vida, de acuerdo a nuestra naturaleza.
Pues eso, en estos tiempos en los que la agrupación de cofradías sigue sin admitir cómo miembro de pleno derecho a la Cofradía de la Viña y el Vino, que el Vino-Crucis dejó de practicarse por el bien de nuestros hígados, que la izquierda y la derecha sin conceptos melifluos y engañosos, que el centro es un vacío y que las posturas se polarizan, me encuentro yo, monárquico que fui muchos años de mi vida, y que ahora no sé muy bien ni en qué creo ni quién soy, me encuentro yo abrazando la República. Y lo hago de buen grado. Porque esta República trasciende los muros que construyen nuestros líderes, para reunirnos en la más pura y animal humanidad: el compartir comida y bebida en sociedad.
Por eso abrazo la República de Brácana con gran placer y os doy las gracias, con la esperanza de poder pisar vuestro territorio en futuras ocasiones, siempre con salvoconducto y nunca siendo un ilegal.
Gracias, Bracaneros!



Décimas bracaneras 
"Mi sangre Republicana
He sentido resurgir 
como el prodigioso hervir
de la tinaja temprana.
De la noche a la mañana 
con ilustres caballeros 
por sublimes derroteros,
ungido de aceite y vino
en juramento divino
al grito de ¡¡"Bracaneros"!!"

"Y fue un momento inaudito
el que disfruté esa noche, 
que no tengo ni un reproche 
lo juro por Punselito.
Degusté licor bendito
sin sentirme hostil ni extraño.
De este día de este año 
en que viví tan a gusto
mi "pase" salvoconducto 
guarde yo como oro en paño."


Como decía antes, qué más puedo añadir. Cuando los invitados hablan así de la República, mis compinches -y yo mismo- hinchan pecho, dando por más que bueno el ratico que se pegan cada semana. Por cierto, que vuelvo en quince días. La semana que viene estarán solos en la sede y a renglón seguido se marchan para Jerez.... diáspora vinatera, que diría el otro. Esa si que no me la pierdo para contarlo.

29 de febrero de 2020

29 de febrero de 2020 - Sin comentarios

Entre toneleros anda el juego

Aunque el vino fino es el hilo conductor de cada Tertulia bracanera, en la República no se olvidan de todo el proceso que sigue desde que las uvas brotan en las cepas, hasta que acaban en la copa convertidas en néctar de dioses. Agricultores, bodegueros, arrumbadores y capataces, han dejado su impronta a su paso por la sede y, por supuesto, toneleros. Es un oficio particular, artesano y autóctono, cuya labor es fundamental en el proceso de crianza y envejecimiento del mosto original. Por ello, de vez en cuando se dejan caer por Brácana profesionales de este sector, como el José Luis Rodríguez y el Juanma Rodríguez, que estuvieron el jueves en la Tertulia. Llegaron acompañados de el José María Domínguez, un embajador también veterano, que ha hecho buenas migas con el personal, desde que coincidieron en La Fundi a finales del año pasado.



La presencia de toneleros en la República implica una charla continuada sobre maderas, vinos, whiskies y rones. La penúltima Tertulia de febrero transcurrió por esos parámetros, entre mojama, tortillas, jamón y queso, que sirvieron para apaciguar la fogosa entrada del personal en la sede.
De todas las charlas escuchadas, el jueves, me quedo con la historia de los cooper. Como no vulnera el secreto de sumario, me veo en la obligación de contarlo porque hizo que el personal se descojonase.


El caso es que el palabro aglosajón cooper, sirve para nombrar al tonelero en la lengua de Shakespeare. Según parece, hace algún tiempo, los Rodríguez viajaron a Escocia para despachar unos asuntos profesionales y, claro, entre col y col lechuga. Quiero decir que fuera de su horario laboral no dejaron pasar la ocasión para visitar los pubs de la zona, donde los presentaron como los coopers. Allí se dio una confusión, porque los parroquianos entendieron que los Rodríguez eran ejecutivos de la marca Mini Cooper, y que su presencia en la localidad, respondía a regalar unos coches de la citada marca, a modo de promoción. Entiendo que el revuelo fue mayúsculo, aunque como el viaje fue cortito, la cosa quedó en anécdota sin que hubiera revuelta popular.


A todo esto, la noche del jueves fue avanzado con un nivel tertulia cum laude, entre chanzas, características de la madera idónea para el vino y más jatería. Porque ya alcanzando la madrugada del viernes, se zamparon un arroz con carrilladas, previo a los digestivos de rigor, para falagar toda la comida anterior. Por cierto, que se me olvidaba. Que el jueves celebraron también el cumpleaños de el Ahijao, festejado con unos negritos de ca' Bellío. Un día más que se cuestan sin comer los mu cabrones. Me despido y el jueves que viene cerramos el mes con más invitados, más vino y más tertulias porque, pa' vivir así de bien es mejor no morirse.



Entre vinos y fontaneros

Mitad de febrero y sin novedad en el frente. El año avanza en la República a ritmo de vértigo, a punto de darle papela al invierno. Aunque, la verdad sea dicha, este año frío lo que se dice frío, no estamos pasando en Brácana. Lo digo con conocimiento de causa porque la máquina del aire que se ha convertido en atalaya desde hace más de una década, apenas si están teniendo uso en los últimos meses. Dr todas maneras, la sede bracanera es algo así como un microclima en el que la temperatura es constante y elevada cada jueves, más aún si los invitados se encargan de echarle gasolina.


Así ha pasado una semana más, con dos nuevos embajadores que se mimetizaron con el entorno nada más pisar Tierra Santa. Hablo de el Juan el Buchaco y su primo Juan. Dos boinas, criados a la sombra de una cepa, esperando la maduración de la uva y su posterior fermentación, desde que tienen uso de razón. Era una visita que se esperaba desde hace tiempo, pero que no había cuadrado por razones que ahora no vienen al caso. Pero, como a cada cerdo le llega su San Martín (tiro de refranero, que no de comparaciones) el jueves pasado llegó el día D y la hora H. Llegaron de la mano de el Kichi que está revolucionando Brácana desde su confirmación oficial como bracanero de pleno derecho.


Tanto es así, que el jueves pasado ya ofreció al personal los detalles de la próxima diáspora bracanera, prevista para primeros de marzo, hasta Jerez. Puede sonar a provocación porque todos sabéis que Brácana bebe de los vinos de Montilla Moriles. Aún así, ya recordaréis también que gracias a el Kichi, hace algunos años se cambió la Constitución, abriendo la puerta a que los vinos de la localidad gaditana llegarán hasta la República. Aprovechando esta circunstancia, el viaje cultural bracanero de este año será hasta las Bodegas Marqués del Real Tesoro. Según contó el Kichi, es un templo del vino que encaja perfectamente con la idiosincracia bracanera, así que miel sobre hojuelas.
Volviendo a la noche del jueves, además de las explicaciones pertinentes sobre la visita a la bodega ya citada, cabe destacar el nivel de acoplamiento de los dos Juanes. Ojo, tanto a nivel enológico como gastronómico, que eso ya es mucho decir. Bueno, ellos dos y el Carlitos Gracia y el Antonio, que también se dejaron caer el jueves para darle una vuelta a la República.


El Fino Latiguillo ruló como alma que lleva el diablo, haciendo equilibrios con los callos y los caracoles en salsa que se zamparon. Esta amalgama de sabores y olores, aderezados con andanzas y chascarrillos del personal, equilibraron una noche de bajas, porque ni el Presidente, ni el Abertxale, ni el Paticorto aparecieron por allí. Suplieron su ausencia con creces el Kichi y el Suerto que cerraron la sede el jueves, para continuar en la Noche, lugar de peregrinaje para el personal, cuando la efervescencia enológica cupa el lugar de la razón. Y ya se sabe: Jueves de Pasión, viernes de Penitencia.


10 de febrero de 2020

10 de febrero de 2020 - Sin comentarios

¡Como cochinos!

Hoy tengo que contar la historia de Juanito y Ricardito. Eran dos jóvenes lechones, que pacían tranquilamente por alguna de esas dehesas del mundo (o en una granja, vete tú a saber) y acabaron su trayectoria vital en la República de Brácana. Con estas escuetas líneas, a la vez que precisas, podría cerrar la crónica del pasado jueves: otro homenaje gastronómico en toda regla. Porque esta vez, la Tertulia del jueves giró en torno al cochinillo asado.


Mis colegas llevaban semanas dándoles vueltas al atracón culinario. Comenzaron por la adquisición de las piezas, responsabilidad que recayó en el Presidente de la República para dejar constancia de la la importancia del evento. No menos importante era cocinar el manjar, así que ante los reducidos medios de la sede, optaron por dejarlo en manos de el Abertxale, tirando de amarras en el horno de leña de Bellido. Ya contaban de antemano con los comensales, los doce de Brácana, a los que se unieron el Fernando y el Luis Giménez, además de el Manuel Jiménez (la presencia del trío en la sede hace tiempo que dejó de ser noticia, aunque siempre es bienvenida).


Pero faltaba el líquido elemento. Para la ocasión se agenciaron una baja de Tinto La Zarcita y, además, la familia Alvear se dejó caer con otra de Tres Miradas, en concreto la tercera cosecha del 2016. Esta última llegó a duras penas al momento álgido de la noche: cortar los cochinillos. Sin duda fue uno de los momentos estelares. Los amigos del buen yantar saben de sobra que requiere de un ritual, según he podido saber, nacido en la ciudad de Segovia. Al parecer el corte del cochinillo con un plato, sin utilizar cuchillos ni cubiertos, lo inventó un famoso asador segoviano cuyo restaurante se encuentra cerca del acueducto romano. Tuvo que cortar la carne delante de sus clientes, pero como no tenía un cuchillo cerca decidió utilizar el plato para hacerlo. Hoy en día, así se sabe si el cochinillo está bien cocinado y tierno.


Y como en Brácana todo son tradiciones, así lo hicieron. Ninguno de los que estaba allí anoche pudo adjudicarse la responsabilidad del cocinado, así que nombraron digitalmente, esto es a dedo, a el Fernando Giménez. El buen hombre aceptó de buen grado el cargo, pero no romper el plato, como también manda la tradición. De eso se encargó el Silencioso que para romper -léase el pie, el hombro, la hernia, etc.- se las pinta.


El corte del segundo de los cochinillos fue para el Manuel Jiménez y la rotura del plato también para el Silencioso: total dos piezas menos en la ya exigua vajilla bracanera. El caso es que los cochinillos duraron lo mismo que una caramelo en la puerta del colegio, y eso que ya le habían bajado más de tres dedos al jamón con anterioridad.


Además, la mayor parte del personal, le metió mano al plato al estilo medieval, chupándose los dedos y mojando sopas en la grasa del animal. Lo que en un principio era pena por los animalitos, se transformó de pronto en una orgía gastronómica en la que la frase más común fue esto sí que está bueno.


Un apunte más porque la diáspora bracanera prevista para marzo sigue viento en popa. Hace algunas semanas os dejaba como pista que pretenden visitar tierra de vinos -algo que tampoco es noticia-. Hoy añado que es cuenta con una bodega en honor a La Faraona, la más grande que diría el Ministro de Alimentación... la Lola Flores. La semana que viene, cuando tenga más datos, nuevas pistas.