3 de febrero de 2014

3 de febrero de 2014 - Sin comentarios

Brácana ultrajada... durante un instante

Mis amigos bracaneros cerraron el mes de enero un pelín encabronados. Bueno, en realidad estuvieron rebotados, al menos algunos de ellos, durante los primeros 20 minutos de la última tertulia. Vamos a ver, os explico. Resulta que el pasado jueves se había preparado un trío de embajadores por iniciativa de el Pijo del pádel. Hasta ahí, todo normal. El caso es que dos de ellos dejaron plantado al personal sin previo aviso. No vamos a citar nombres porque ya se sabe que los que pasa en Brácana, se queda en Brácana. No obstante, sí que puedo contaros que el susodicho, osea el invitador, se agarró un rebote king size. Ya sabéis. Que si podían haber llamado por teléfono, que si esto no es serio, que si yo les pongo una cruz para toda la vida... Vamos, que la cosa comenzó calentita aunque, afortunadamente, duró poco.



Los que sí acudieron y, vaya si se dejaron notar, fueron el Mejías, veterano en esta bendita locura, y el Antoñín Polo (unos decían que Antonio, otros que Antoñín... yo me quedo con el último nombre, que queda más cariñoso). Este último formaba parte de la terna inicial de embajadores de la noche, aunque su presencia hizo olvidar a los dos ausentes. Llegó poco después de las 22:00 horas, algo que ya se sabía de antemano, por eso el Consejo de Ministros se adelantó de su horario habitual. En él se volvió a dar repaso a la lista de embajadores futuros, con especial hincapié en la confirmación, y se habló del cuarto premio gastronómico que, por cierto, todavía no había sido contactado por el Presidente y el Paticorto de las ondas, encargados de crear enlace con el galardonado.



Poco después del cierre de propuestas y demás letra menuda que conforma semanalmente este apartado bracanero, llegó como digo, el Antoñín Polo. Vaya personaje. Alentado por el Mejías, empezaron con chistes y anécdotas, provocando más de un espurreo de vino. Por cierto, hablando de vino, el que se bebió durante la noche fue Fino El Mochu, además de el Fino Pata Hierro. Como la semana anterior, el Mochu se presentó sin nada en las manos, algo que no es necesario en Brácana, tuvo el detalle de retratarse con unos litracos que fueron pertinentemente apurados durante la noche.



El jamón con aceite sirvió una vez más de entrante gastronómico, además de una empanadilla que llevó el Antoñín. Aquí se creo cierta polémica. El caso es que la empanadilla en cuestión fue hecha por su esposa. Por ello, hubo quien dijo que a quien verdaderamente había que agradecer el detalle, era a la consorte. Como contrapunto, hubo quien apuntó que el responsable de que la empanadilla estuviera en Brácana era el Antoñín, que para eso la había llevado... y se acabó la discusión entre bocado y bocado. El plato fuerte de la noche fue puntas solomillo con salsa de pimentón.
Los tíos se jalaron la perola, y eso que era grande, como si fuera la última comida de un condenado. Cualquier día les dará algo malo. Aunque claro, como dice el Silencioso... ¿y si no les da? Después de la comida, se metieron entre pecho y espalda otro golpe de chocolate de la Mariquilla y, para cerrar, dieron cuenta de los digestivos de rigor. Así se terminó un nuevo jueves, con encabrone inicial pero, al final, igual que todas las semana. Por fortuna, los berrinches duran poco en Brácana... lo que se tarda en echar una ronda de vino.

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