10 de abril de 2019

10 de abril de 2019 - Sin comentarios

Noche de reencuentros

En el transcurso de la pasada Tertulia, la República de Brácana recibió sus últimos embajadores del mes de marzo porque, la semana que viene, hay cita importante con la entrega del noveno Premio al Mérito Gastronómico. En realidad, ha sido un anticipo de lo que espera dentro de siete días porque la jatería brilló sobremanera en la noche del pasado jueves.


Volvía a la escena del crimen el Manolo Cano, acompañado, como no, por el Kichi. Por lo que había oído en semanas anteriores, eran los dos únicos invitados. Por ello mi sorpresa fue mayúscula cuando entraron por la puerta, antes incluso que los dos personajes citados anteriormente, el Juan José, embajador veterano de la República, con dos caras nuevas que tarde en conocer: el Víctor Moreno y el Rafa Contreras. Estos tres últimos operan profesionalmente en La Rentilla, almazara montillana dedicada a la producción de aceite oliva. De todos ellos, el Rafa Contreras me pareció un tipo más tranquilo, al menos así lo percibí yo. No obstante, el Víctor, pontanés de nacimiento, es otro boina verde que hizo buenas migas con el personal, participando incluso del ambiente bracanero como si fuera un miembro más de la República.


Todos ellos derrocharon buen rollo a lo largo de la noche, aunque me vais a permitir que esta semana vuelva a detenerme en el Manolo Cano y la razón de su vuelta a Brácana. En su toma de posesión como embajador, ya rompió todos los moldes erigiéndose en protagonista de la noche. Pues bien, esta vez no fue una excepción. Codo con codo con su colega Pepiño -léase el Ministro de Alimentación- de nuevo apareció en la sede con elementos gastronómicos para resistir una guerra nuclear. Por su fiera poco, los otros embajadores también aportaron tapitas para los entrantes a base de bien: jamón, queso, tocino de veta y otras tonterías por el estilo que derriten al personal, ahogándolos en su propia saliva. Solventado el trámite de los aperitivos, que por cierto, cada semana son más abundantes, entraron al fondo de la cuestión. Primero se zamparon una cazuela andaluza con habas para cerrar la noche con una carrillada en salsa. Y es que allí el menú que más se aproxima al de un vegano es comerse un ñu relleno de pajaritos.


Todo esto que cuento, estuvo pertinentemente regado con sendos bag in box de Fino Corredera que aportó el Kichi. Puede parecer una cantidad importante pero, como podéis imaginar, cayeron, obligando a echar mano, una semana más del barril de C.B.
Dos cosas más antes de despedirme. Bueno, en realidad tres. La primera que el presidente de la República de ausentó una noche más por motivos de enfermedad familiar. La segunda que la semana que viene le meten mano otra vez a el Silencioso. Ya quisiera él que fue un buen pibón, pero no. Le toca pasar de nuevo por quirófano para arreglar una hernia. Así que lo mismo causa baja en las próximas semanas. Y la última es que no perdonaron los digestivos de rigor, incluso repitiendo en algunos casos que prefiero no recordar. Había que ver a más de uno, Avenida de María Auxiliadora arriba, desafiando la física y, lo que más importante, destrozando la ley de la gravedad


0 comentarios:

Publicar un comentario