7 de abril de 2014

7 de abril de 2014 - Sin comentarios

Entre vino y libros


Aunque no soy muy dado a leer, esta semana han caído en mis manos unas estadísticas que me han hecho reflexionar sobre la importancia que tiene Brácana en la economía de España. Dicho así, suena a chulería. No obstante, se puede demostrar con cifras, que no con discursos, que esto es verdad. Vamos a ver. Según los datos que maneja la OIV, Organización Mundial del Vino, el consumo medio que presenta España en relación al elixir de los dioses, viene a rondar los 20 litros por persona y año. Según estos mismos datos, la vetusta piel de toro es uno de los países que presenta menor índice de vino per cápita a nivel mundial. Si estas cifras las trasladamos a la República, es evidente que Brácana es el principal Estado consumidor de vino del planeta, y además... de largo. Haciendo cuentas por lo alto con Labordeta, hemos calculado que el año bracanero tiene 52 días, y que en cada jornada de estas caen aproximadamente unos seis litros de vino, por supuesto sin contar cuando se les va la cabeza y suben la media hasta límites insospechados. Esto nos da unos 312 litros al año, vamos casi 20 arrobas. Si esta cantidad la dividimos entre los once habitantes censados de Brácana, además de añadir un embajador de media en las 52 semanas, nos da una media de consumo, sólo en la sede de Brácana, de 26 litros por cabeza y año. Vamos, muy superior a la media del país, y eso que la OIV hace sus números sobre 365 días. Teniendo en cuenta que la producción de vino en Brácana es muy reducida, debido a la escasa dimensión de los viñedos de Villa Locura, mis colegas no tienen más remedio que importar la mayor parte del vino que llega hasta la República. Pagando el género, los impuestos, derechos aduaneros y transporte, hemos deducido que Brácana se gasta una pasta gansa al cabo de año, que repercute directamente en el PIB español. Por lo tanto no es descabellado afirmar que el sector del vino fino depende directamente de la estabilidad de Brácana, al tratarse del principal consumidor mundial de este producto. Más claro... el vino.


Pues así me he tirado toda la semana, dándole vueltas a mi pequeña cabeza, para demostrar que los tíos tienen un saque brutal y luego, que las estadísticas se pueden amoldar según le interese a cada uno. Lo mejor de todo esto es que en las cifras mostradas anteriormente no he contabilizado el vino que cae fuera de las fronteras bracaneras. Si lo hubiera hecho la gráfica se sale de la pizarra. Valga como ejemplo la salida realizada el pasado jueves. Es la segunda vez que ponen como excusa entregar algún ejemplar de la Historia Ilustrada de Brácana, para que las generaciones futuras conozcan la historia de esta peculiar República. Con este pretexto, se plantaron en la Casa de las Aguas, donde esperaban el Manolín Ruquel y el José Antonio Cerezo. Ya lo dije la otra vez ¡Vaya par de pájaros! Lo mismo te cuentan la historia del Inca Garcilaso que se arrancan con las anécdotas locales o comarcales más inverosímiles.


No voy a detenerme en estas anécdotas, porque el secreto de sumario también alcanza estas reuniones, que rozan la clandestinidad. No obstante sí puedo contar que los tres primeros volúmenes ya forman parte de los fondos bibliográficos de la biblioteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque y otros tres ejemplares obran en poder del bibliófilo montillano que da nombre a la Fundación.
El caso es que alrededor de las nueve de la noche, mis colegas fueron llegando a este templo de la cultura, que alberga en su interior la pinacoteca de José Garnelo y la biblioteca de la Fundación Manuel Ruiz Luque. Por cierto que esta vez se pegaron dos embajadores veteranos, el Pepín Carbonero y el Rafa Jiménez, que no sé como llegaron hasta allí, aunque acabaron como dos bracaneros más. Para abrir boca, porque todo no va a ser comer y beber, la visita a la Casa de las Aguas comenzó con un recorrido por la exposición cartográfica que puede verse allí en estos días: una auténtica maravilla. Pero claro, tanta cultura y tantas explicaciones acaba por despertar la sed y el apetito más voraz. Por ello apenas si tardaron un cuarto de hora en adentrarse en las entrañas del edificio para atacar sin piedad al Fino las Letras.


Cuando el líquido elemento comenzó a correr de copa en copa, desde la ventana en la que me instalé pude ver más de un gesto torcido: evidentemente el vino no estaba tan sobresaliente como en la última visita. Según pude escuchar, a aquellas botas les falta tiro, así que rápidamente, mis colegas, que son más vivos que un ascua, se ofrecieron para repetir visita en breve, con el único objetivo de garantizar la calidad del caldo. Para empapar el trasiego constante de la bota a la copa, el crack de Brácana, esto es, el Ministro de Alimentación, sacó unas bandejitas a base de tocino de veta, cabeza de cerdo y queso, además de las ya tradicionales pataticas salaíllas.


Con el vino y la comida cualquier reunión se torna en taberna y esta vez tampoco fue una excepción. Como es lógico se habló de vinos, de libros y de muchas más conversaciones que no soy capaz de recordar. La charlita fue ganando enteros según se iban vaciando las jarras, de manera que ya han quedado para que el Ruquel y el Cerezo vayan en breve a la sede institucional, antes de volver de nuevo a la Casa de las Aguas, una vez que se imprima la cuarta entrega de la Historia Ilustrada de Brácana.
No creáis que la noche acabó aquí. Ahora que esta cerca la Semana Santa, se fueron marchando en procesión hasta la sede institucional, donde se dieron otro golpe de sulfato, apurando restos culinarios de jornadas anteriores, aunque no por ello menos exquisitos. Allí hicieron los brindis de rigor, echados en falta por el Ruquel y el Cerezo en la Casa de las Aguas, y se pegaron un digestivo para cerrar un nuevo jueves bracanero. En esta semana no han roto las estadísticas, por lo que Brácana sigue siendo el Estado con mayor consumo de vino por habitante del mundo mundial.
SALUD.


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