12 de agosto de 2016

12 de agosto de 2016 - Sin comentarios

Noche de sorpresas

Pues no. Los que esperábais esta semana una crónica incendiaria, os quedaréis con las ganas, al menos una semana más. Al final, el jueves ni hubo hoguera purificadora con el Maestro, ni los ánimos estuvieron tan agitados como en la semana anterior. Parte de culpa la tiene el Presidente, al que hoy llamaré el encantador de serpientes. Engatusa al personal cuando va, y eso que hacía semana que no ponía pie en la sede, haciendo con ellos lo que le viene en gana. Yo, que intuía una noche movidita con amago de golpe de estado, me fui tempranito para Brácana, y a eso de las 20:45 andaba ya por los Montes Bracanaros, aguardando la llegada de mis compinches. Pensaba que podían llevar a efecto las amenazas lanzadas el jueves anterior, en el momento en el que el Maestro llegará a la sede. Obviaré los detalles por los que no vi llegar a los primeros, aunque están relacionados con una pájara que habita en uno de los pinos, entreteniéndome más de lo que había planeado. En cinco minutillos ya tenía el tema resuelto, para eso soy un diamante tropical, pero cuando terminé ya pude ver luz en el interior. Precipidamente, me alisé las plumas y me colé por mi entrada secreta, viendo como el ministro de alimentación estaba acompañado de un embajador que personalmente no esperaba. Me extrañó, porque en la anterior quedada nadie habló de ello, aunque di por hecho que era una improvisación más, de las muchas que hacen durante el año. El caso es que la cara del gachón me resultaba familiar y, además, el tío se movía con soltura por la cocina. Aunque no le di mayor importancia, el plumón de la nuca se me erizó cuando el Pepeluí le dijo
- Miguel, ve echando una cervecita mientras voy preparando la jatería.


¡COPÓN! Entonces me di cuenta de que el susodicho no era otro que el Silencioso. Yo sólo lo había conocido con su barba blanca y el jueves apareció rasurado, cual adolescente en vísperas de su primera noche de relaciones sexuales. Por el Cóndor Bendito de los Andes ¡menuda sorpresa!
Andaba rumiando aún aquella imagen pueril que tenía ante mis ojos, cuando comenzó el rosario bracanero por las puertas de la sede. Si yo me llevé un sustillo, os podéis imaginar el resto. Según fue avanzando la noche, pude conocer los detalles de la operación y, sobre todo, las razones. El caso es que el Silencioso ha sido abuelo recientemente de una niña preciosa llamada Candela. No sé si para evitar sustos prematuros al retoño, para no rasparle o simplemente para salir guapetón en las fotos, pero el caso es que las dos primeras semanas de su vida, conocerá a un abuelo imberbe, no un yayo, quedando en las fotos para la posteridad. De hecho, mis colegas tuvieron el detalle de inmortalizar el momento, con los regalos con los que han celebrado tan feliz noticia.


Aunque tardé en asimilar aquello más de media hora, mi subconsciente me decía durante todo ese tiempo que no perdiera de vista a el Maestro, por si le pegaban fuego en cualquier momento. Pero no, este tío tiene más tiros pegados que las pistolas de el Coyote. No sé si aliado con el ministro de alimentación, pero el caso es que controla los tiempos. Según iban saliendo platos desde la cocina, mayor era la tranquilidad en las huestes bracaneras. Porque, esa es otra. Es mucha casualidad, que el retorno de el Maestro coincidiera con un homenaje gastronómico al por mayor, a base de frutos del mar: bacaladillas, calamares, boquerones y bacalao. Podéis haceros una idea del olor de mis plumas cuando llegué al limbo:
- Carajo Punselito, hueles como una freidora. Apuntó la Ami con mucha guasa.
Como la noche iba de sorpresas, el vino también fue de campanillas. Aunque hicieron boca con el C.B. acto seguido atacaron si piedad lass botellas de Fino Capataz Viejísimo, aportadas por el Silencioso para celebrar el nacimiento de la pequeña Candela.


Antes de cerrar la crónica, no puedo pasar por alto un apunte relativo a uno de los temas de conversación que más tiempo ocupó durante la noche. Como mis compis son deportistas de salón por excelencia, esta semana están echando horas extras en el sofá, siguiendo los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Evidentemente el análisis del evento comenzó por el tristísimo papel que, al menos de momento, está teniendo la selección española de baloncesto. De ahí saltaron a la medalla de oro conseguida por Maialen Chourraut, en la final de K1 femenina de la competición de aguas bravas. Esto derivó en las otras dos preseas logradas por Mieria Belmonte, haciendo especial hincapié en lo guapetona que es la nadadora catalana, de ascendencia granadina. Eta cuestión de tiempo que los juegos pasaran a la memoria colectiva bracanera, porque en un santiamén ya estaban inmersos en el socorrido tema del follangueo de cada jueves.
En fin, poco más que contar. Aunque, la verdad, con el afeitado de el Silencioso y la no quema de el Maestro, ya tuve bastante. La próxima semana más pero, como dice el Gran Wyoming, no mejor, porque es imposible.

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