9 de febrero de 2018

9 de febrero de 2018 - Sin comentarios

Otro día en la oficina

Desde luego que esto es un no parar. Parece que fue ayer cuando nos estábamos comiendo las pasas de la potra y, como quien no quiere la cosa, ya estamos en el mes de noviembre. Ha comenzado tranquilo, entre comillas. Quiero decir que no más allá del tradicional cónclave de primeros de mes, en el que mis compinches se organizan, beben vino, hacen cuentas, beben vino, charla, beben vino, comen... y beben más vino. Lo que viene a ser otro día en la oficina. Porque en Brácana, pasarlo bien, es pura rutina.


No voy a detenerme en la quedada del primer jueves del mes por no ser reiterativo, y de paso no poneos los dientes largos, con lo que jalan y beben. No obstante, sí que voy a detenerme es la segunda reunión del mes en la que hubo nuevos invitados, mezcla de juventud, deporte y fondo de taberna. Me explico. Hasta Brácana llegaron dos de los componentes del cuerpo técnico del Club Baloncesto Montilla, el director técnico, el Álex López, y uno de los entrenadores, el Hugo Pinto. Por avatares de la vida ambos han acabado en Montilla y, como en Brácana van recogiendo almas perdidas de esos mundos de Dios, acabaron en la sede de la República compartiendo charla y risas el pasado jueves. Hasta aquí el deporte, pero ya os había comentado que también hubo historias de taberna. El Paco Ruiz, alias Ruquel, es un personaje de los bajos fondos, dicho con todo el cariño, de la vecina localidad de Montilla. Lo mismo te lo encuentras tirando fotos, que escuchando flamenco, que haciendo ronda de tugurios. Vamos, un boina verde con más muescas que las pistolas de Billy el Niño.


Con semejantes ingredientes sólo podía salir un buen puchero... y así fue. Hablaron de baloncesto. Bueno hablaron mucho de baloncesto porque con el Hugo, el Álex, mi amo y el Abertxale, era de esperar que le dieran repaso al deporte de la canasta. Pero también lo hicieron de vino, de comida, de flamenco... y de chisnacles. El jueves retomaron la sana costumbre de hacer una rondita recordando lugares míticos en los que más de uno ha perdido el sueño, e incluso la vergüenza. Además, aprovechando que el Hugo es oriundo de Huelva, se han sentado las bases para el intercambio de productos con Brácana. Al estilo del Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones, pero con mucha menos nocturnidad y alevosía. Tan simple como que el Hugo gestiona los productos que da el mar y los hace llegar hasta la República. La verdad, no tiene mala pinta.


Uy, que se me olvidaba uno de los detalles importantes de la noche, y eso que fue al principio. El jueves estuvo en Brácana la Reina Madre. No es que fuera a darle una vuelta a sus súbditos. Simplemente llegó con un colega suyo, llamado Bartley, se dio un latigasso de vino rapidito y ambos se marcharon. Hasta ahí todo sería normal si no fuera por los motivos por los que el tal Bartley, irlandés de origen según escuché, estaba en Montilla. El caso es que el buen hombre vino a arreglarse un empaste. Sí, como los estáis oyendo. Os podéis imaginar el cachondeo... El hombre se llevaría una imagen ruidosa de Brácana, sobre todo por unos de los jarpíos que le pegó el Ligre al oído. Ya se sabe. Parece que por gritar más fuerte nos van a entender.

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