29 de febrero de 2020

29 de febrero de 2020 - Sin comentarios

Entre vinos y fontaneros

Mitad de febrero y sin novedad en el frente. El año avanza en la República a ritmo de vértigo, a punto de darle papela al invierno. Aunque, la verdad sea dicha, este año frío lo que se dice frío, no estamos pasando en Brácana. Lo digo con conocimiento de causa porque la máquina del aire que se ha convertido en atalaya desde hace más de una década, apenas si están teniendo uso en los últimos meses. Dr todas maneras, la sede bracanera es algo así como un microclima en el que la temperatura es constante y elevada cada jueves, más aún si los invitados se encargan de echarle gasolina.


Así ha pasado una semana más, con dos nuevos embajadores que se mimetizaron con el entorno nada más pisar Tierra Santa. Hablo de el Juan el Buchaco y su primo Juan. Dos boinas, criados a la sombra de una cepa, esperando la maduración de la uva y su posterior fermentación, desde que tienen uso de razón. Era una visita que se esperaba desde hace tiempo, pero que no había cuadrado por razones que ahora no vienen al caso. Pero, como a cada cerdo le llega su San Martín (tiro de refranero, que no de comparaciones) el jueves pasado llegó el día D y la hora H. Llegaron de la mano de el Kichi que está revolucionando Brácana desde su confirmación oficial como bracanero de pleno derecho.


Tanto es así, que el jueves pasado ya ofreció al personal los detalles de la próxima diáspora bracanera, prevista para primeros de marzo, hasta Jerez. Puede sonar a provocación porque todos sabéis que Brácana bebe de los vinos de Montilla Moriles. Aún así, ya recordaréis también que gracias a el Kichi, hace algunos años se cambió la Constitución, abriendo la puerta a que los vinos de la localidad gaditana llegarán hasta la República. Aprovechando esta circunstancia, el viaje cultural bracanero de este año será hasta las Bodegas Marqués del Real Tesoro. Según contó el Kichi, es un templo del vino que encaja perfectamente con la idiosincracia bracanera, así que miel sobre hojuelas.
Volviendo a la noche del jueves, además de las explicaciones pertinentes sobre la visita a la bodega ya citada, cabe destacar el nivel de acoplamiento de los dos Juanes. Ojo, tanto a nivel enológico como gastronómico, que eso ya es mucho decir. Bueno, ellos dos y el Carlitos Gracia y el Antonio, que también se dejaron caer el jueves para darle una vuelta a la República.


El Fino Latiguillo ruló como alma que lleva el diablo, haciendo equilibrios con los callos y los caracoles en salsa que se zamparon. Esta amalgama de sabores y olores, aderezados con andanzas y chascarrillos del personal, equilibraron una noche de bajas, porque ni el Presidente, ni el Abertxale, ni el Paticorto aparecieron por allí. Suplieron su ausencia con creces el Kichi y el Suerto que cerraron la sede el jueves, para continuar en la Noche, lugar de peregrinaje para el personal, cuando la efervescencia enológica cupa el lugar de la razón. Y ya se sabe: Jueves de Pasión, viernes de Penitencia.


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