7 de enero de 2014

7 de enero de 2014 - 1 comentario

Cuatro años después....

La vida y la muerte tienen muchos puntos en común, tantos que una no tendría sentido sin la otra. ¿Vivimos para morir? Seguramente sí. Es la única certeza que tenemos durante nuestra existencia. La  muerte es el último objetivo que cumpliremos con total seguridad. Por ello, durante el camino, recogemos tanto equipaje como podemos: toneladas de sonrisas, llantos, bocanadas de aire fresco y sucio, amistades, sinsabores, sueños cumplidos, frustaciones... todo cabe en la mochila del último viaje. Tan cierto es que moriremos, como que la vida es disfrutar, posiblemente el concepto más subjetivo del léxico. A lo largo de la existencia se citan todas la condiciones que hacen que la vida tenga sentido: la felicidad, la desgracia, el logro, el fracaso, el amor, la soledad... Jamás encontraremos un significado objetivo a aquello que es una experiencia subjetiva. Aún así, Brácana es la excepción que confirma la regla, un experimento subjetivo construido a base de conceptos objetivos, que se suceden jueves a jueves. Escribo hoy tan filosófico, porque el último jueves bracanero del año, el pasado 26 de diciembre, me hizo reflexionar. Permanecer al margen, sobre la máquina del aire acondicionado, observando cómo pasa el tiempo en la sede, otorga una perspectiva distinta. En la radio sonaba Onda Brácana Antena Pirenaica, con un programa especial para la nochevieja bracanera. Yo tenía que hacer sonar las campanadas desde la Plaza central del limbo, en una noche diseñada para pegarse el último homenaje del año. No obstante, la mala noticia del fallecimiento de un familiar de mi amo y su hermano, el Silencioso, que tuvieron que abandonar la sede, hizo que la velada comenzara con mal pie. Durante unos minutos la muerte ganó la partida a la vida. Los ánimos se vinieron abajo momentáneamente. No obstante, alguien recordó entonces uno de los brindis bracaneros que semanalmente pronuncia el presidente de esta República, que se reinventa cada siete días: Vive la vida hoy, que mañana te puedes morir y, si te vas de este mundo, tararí, tararí, tararí. Sin que nadie lo esperara, de la cocina salieron en un santiamén gorros de colores, matasuegras, serpentinas, pelucas...


La sintonía de Onda Brácana ganó entonces decibelios y poseídos por el alma de Baco, Dios romano del vino y de la danza, inspirador del delirio y el éxtasis, bailaron, saltaron y rieron como si la vida les fuera en ello. Hubo incluso tiempo para comerse las doce pasas, hidratadas previamente con brandy Presidente, marcando el final del año bracanero, el cuarto desde que comenzó esta bendita locura.



Hubiera sido una fiesta más, de las muchas que se pegan, de no ser por los pequeños detalles. Al final, siempre son los que marcan la diferencias entre las grandes y las pequeñas historias. Los abrazos de los nueve bracaneros restantes, festejando el año nuevo, comenzaron como una broma pero, al poco tiempo, pude percibir cierta emoción en sus rostros. Posiblemente la de haberse sobrepuesto a la muerte ese mismo jueves, quizás la de ser conscientes de que cuatro años después, la misma idea sigue viva ¡Cualquiera sabe! Cuatro años después, quién lo diría, Brácana sigue más viva que nunca. Con cientos de defectos, pero con toneladas de virtudes, que derrochan buen rollo y, sobre todo, ganas de vivir.


1 comentarios:

punselito por un momento he pensado que estabas vivo entre nosotros pero es cierto que la vida sin la muerte casi no tiene sentido te has puesto un poco triste pero al final he reconocido tu valia como pajaro viva la republica de bracana

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