8 de mayo de 2014

8 de mayo de 2014 - Sin comentarios

Otra noche de locura



Como marca el Calendario Perpetuo de Brácana, el último jueves de abril mis amigos bracaneros llevaron a cabo la segunda visita a la Bodega La Fundi. Los que sois asiduos de esta bitácora anárquica, una veces semanal y otras quincenal, ya tendréis constancia de lo que sucedió hace ahora más o menos un año, en ese sagrado lugar. Pues bien, si leéis lo que pasó entonces, el 30 del abril del pasado año, podéis haceros una idea de lo que aconteció el pasado jueves: vino y comida pa rabiar y buen rollo por un tubo. Bueno, para ser precisos hubo algunos cambios respecto a la primera peregrinación a la citada bodega. En esta ocasión sí que hubo pleno bracanero, con la presencia del presidente, que esta vez no faltó a la cita. Además, a la siempre grata compañía de el Pichichi, hay que sumar este año la incorporación de el Mejías, compañero de trabajo de mi amo, de el Silencioso y de el ministro de Alimentación. Todos ellos, junto al elenco completo de bracaneros, pusieron rumbo, a eso de las nueve y media de la noche, hacia La Fundi. Allí esperaba puntual el gran Juan Castillero, al que sólo puedo calificar como un personaje curioso.



Según pude escuchar, la noche de antes acababa de llegar del Camino de Santiago. Después de recorrer chorrocientos kilómetros a pie, en solitario, se ve que la fatiga del trayecto no hizo mella, porque durante toda la velada parecía un ninja. Aparecía por el salón con una jarra de vino. Desaparecía de este lugar y se trasportaba en el tiempo y el espacio hasta el patio, para avivar las ascuas de la candela. De allí, entrando en el vórtice montalbeño, aparecía en las botas para llenar más jarras de vino y así de manera sucesiva, yendo y viniendo por toda la bodega, sin dar respiro al personal. Se nota que hay una química especial entre el Juan y los bracaneros, que ya han apuntado para el año que viene una nueva visita. Pero, centrándonos de nuevo en la noche de marras, tengo que decir que, desde la llegada, no faltó ni un detalle. Para empezar, unas tapitas a base de queso, cabeza de cerdo, jamón y, por supuesto, pienso de primera. Tengo que detenerme en este detalle, porque el Juan Castillero apareció con dos recipientes de pistachos, avellanas y otros frutos secos, que calificó exactamente de esa manera, como pienso de primera. Al parecer, según apuntó, hay pienso de primera, de segunda y de tercera. Los dos últimos suelen estar reveníos y, como pude constatar después, una vez que el personal perdió de vista los botes, llené el buche con avellanas, que eran de óptima calidad. Solventado el tema de los aperitivos, por llamarlos de alguna manera, el personal se sumergió en un mundo de sensaciones. Vamos, que empezaron a perder la cabeza con el vino. Hasta tres tipos diferentes sacó el Juan a lo largo de la noche. El primero estaba espectacular según el Pijo del pádel. El segundo y el tercero gustaron menos por lo que pude oir pero, aún así, siguieron apurando jarras.



No contentos con el atracón que se estaban pegando, pasaron la sección barbacoa. Este año, el anfitrión dio una vuelta de tuerca añadiendo a chorizos y morcillas, carne roja. Se pusieron como a nadie le importa, que diría el otro. A pesar de estar acompañados por una fina lluvia que cayó casi durante toda la noche, la climatología no impidió que todos disfrutaran del patio con olor a azahar de este vergel enológico de la Campiña cordobesa. por no falta ningún detalle, no faltó ni el café. El Pichichi se plantó con una maquinita con cápsulas, de esas modernas. Al principio todo fueron coñas pero, al final, todos se metieron un café calentito entre pecho y espalda. Entre vino, comida, café, dulces de ca Bellío, y los digestivos de rigor, se pasó un nuevo jueves bracanero, que sirve de preámbulo a una nueva peregrinación para cerrar el mes de abril: la visita a la bodega de Rafalín el Camará. Ya os contaré.


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