11 de marzo de 2015

11 de marzo de 2015 - Sin comentarios

A base de bien

Sigo dándole vueltas a la historia que os contaba la pasada semana, y es que el Maestro me tiene preocupado. El pasado jueves sí que estuvo en Brácana, aunque convaleciente de ese extraño suceso que le mantiene en el dique seco desde hace días. Al menos, como diría el Ministro de Alimentación, progresa adecuadamente. Eso quiere decir que el antídoto preparado en Brácana, una mezcla de fino, P.X. y Gin Tonic, está haciendo efecto para bien. Aún así, se le ve al hombre que todavía no anda fino del todo. Por ello, en la última quedada abandonó la sede de manera prematura, dejando solo a su pueblo, aún a riesgo de que aquello se convierta en Sodoma y Gomorra, como ya ha sucedido en más de una ocasión.


Centrándome en lo ocurrido el último jueves, mis colegas recibieron la visita de tres personajes curiosos, variopintos por profesión y gustos, aunque perfectamente encajables en la idiosincracia bracanera. El primero de ellos llegó más que puntual. El Orti ya andaba preparando unas tapitas en la cocina cuando llegué a la sede. Poco después entraba en la sede acompañado de el Paticorto el Juan Aguilar y algo más tarde lo hacía el Manolo Olivares. El primero de ellos, protésico de profesión, aunque ahora metido en el mundillo sanitario, es un boina verde en todos los sentidos. Conocido en la vecina ciudad de Montilla por montar una timba en menos de lo que tarda un bracanero en zamparse un medio de vino, tuvo a bien plantarse en Brácana con seis litracos de fino Don Pedro, criado en la solera particular de su suegro, en la vecina localidad de La Rambla. Precisamente, orihundo de este municipio de La Campiña, es el Juan Aguilar, a pesar de llevar años residiendo en Montilla. Está emparentado de manera no sanguínea, con el Clan de los Molina, benefactores ambos de Brácana, de ahí que fuera recibido con los brazos abiertos. El Manolo Olivares por su parte, entra a formar parte del elenco de Cuerpos de Seguridad del Estado. Hermanos del Morri y Bombero de profesión, su presencia en Brácana sirvió para pasar revista al extintor que, según sus propias palabras, está debidamente indicado, además de en perfecto estado de funcionamiento.


Fue una noche de charla de la güena. De esas en las que se pasa en un santiamén del fútbol a la política y de la cultura a la economía, con escala, como es habitual en Brácana, a las relaciones entre hombres y mujeres. Este ultimo apartado, denominado follangueo,  merece un capítulo aparte en cada entrada de este blog, por los profundos razonamientos que allí se escuchan, relacionados casi siempre con la temperatura corporal de los perros de el Chuchi.
Si espectacular fue el nivel de la charlita, a la altura estuvo también la jatería de la noche. Además de las tapitas de rigor, esto es aceitunitas, patatas salaíllas y jamón, sumaron el jueves un plato de lomo al oloroso, preparado por mi amo, y un rabo de toro espectacular, que supervisó personalmente el Juan Aguilar, mientras lo preparaba su consorte. Regado todo pertinentemente como ya he comentado con fino Don Pedro en abundancia, cerraron la terna de mandíbula jalándose una marmita de merluza con gambas, que acabaron apurando con sopones una noche más.


Por supuesto no fallaron con el Consejo de Ministros, los juramentos pertinentes, ni la sinfonía de tenedores en la mesa de formica de toda la vida. Además, cerraron la noche bajándole unos centímetros a la botella de ginebra con la que llegó el Manolo Olivares, antes de echar la llave a la sede un jueves más.

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