19 de marzo de 2016 -
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VI Premio Gastronómico
Joder, la de cosas que aprendí el jueves. La principal es la razón por la que mis colegas son como son: se ponen a hablar de tabernas y se les cae la baba. Sobre todo porque La Chiva ha visto crecer a unas cuantas generaciones, desde el aguardiente mañanero hasta la cerveza vespertina, pasando por los biberones de mediodía. Efectivamente, el garito tiene solera. Reconozco que yo sólo lo he conocido como se encuentra actualmente. Parece un pavo real. Lo digo por establecer un símil con un pájaro guapo. No obstante, según pude escuchar, cuando aquello tenía sabor añejo, era antes de la reforma. Ahí se manejaban bien mis colegas, porque más de uno hablaba de aquello con los ojos brillantes por la emoción.
Volviendo a la razón de ser del Premio Gastronómico, ahora toca ponerse serio. Muchos son los defectos de mis compinches pero, en esta ocasión, tengo que reconocer que la iniciativa tiene un puntillo romántico. Ya lo escribía más arriba. Los premiados en años anteriores han sido el Rafael Rubio, el Paco Comino, el Manolo Martínez, el Álvaro López y el Antonio Herrador. Así por su nombre, una inmensa mayoría no sabrían quiénes son. No obstante, si citamos su respectivos lugares de trabajo -Don Gonzalo, Los Arcos, Hisa, El Quijota y Las Camachas- otro gallo cantaría. Aunque lo repito año tras año, es de alabar que un grupillo de descerebrados, léase en el buen sentido de la palabra, se acuerden de aquellos que briegan entre fogones, para preparar los más suculentos manjares que pueda imaginar el gourmet más exigente. Esa es la principal razón del premio y también, todo sea dicho, engatusar a un cocinero profesional, pa ponerse pujos. Una cosa por la otra.
Capítulo 1. Del cerdo, hasta los andares




Todavía faltaba el postre, mil hojas de hojaldre de ca Bellio, aportadas por el premio gastronómico saliente, y una piña en almíbar, por si alguno se había quedado con hambre.
Capitulo 2. El personal y la charla
Además del trio de la muerte, así los llamaré de aquí en adelante, anduvieron por la sede otros premiados en años anteriores. Ni que decir tienen que el América fue el centro de atención de muchas de las anécdotas allí relatadas. También estuvo el jueves, aunque a útlima hora, el Manolo Martínez. Una vez limpiados los fogones del Hisa, puso pies en polvorosa, para pegarse unos cancanassos con el personal. Para el final he dejado la presencia del premio saliente. El Antonio Herrador, ha guardado con esmero, y me consta que también con emoción, el cucharón de palo durante todo un año. Orgulloso, se lo entregó a su primo el Antonio Herrador 'el Chivo' (también es coincidencia lo de los nombres) que será el encargado de mantenerlo entre algodones hasta el próximo año, cuando tome su relevo un nuevo cocinero.
Capítulo 3. Epílogo
A modo de conclusión, el pasado jueves se rindió en Brácana homenaje a la comida, personalizada en sus profesiones. Es uno de los cuatro pilares que mantienen la República junto al vino, la tertulia y el buen rollo. Aún recuerdo cuando hace seis años hablaban de darle forma al Premio a mérito gastronómico. Pensaban, ingenuos ellos, que ningún cocinero aceptaría la oferta -salvo el América, que podría entrar en nómina en Brácana- no obstante, ya van seis... y los que vengan serán bienvenidos. De entrada ya hablan de reunir a todos los premiados el próximo año para pegarse un homenaje conjunto.
No han terminado una y ya están pensando en otra. Lo dicho, que ya tenemos premiado para un año entero. Como estos tienen menos detalles que un Seat Panda, lo digo yo desde el limbo: gracias Antonio por una noche cojonuda, que tendrá continuación más adelante... seguro.
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