2 de noviembre de 2016

2 de noviembre de 2016 - Sin comentarios

La noche de los cuñaos... y mucha Candela

Mucha expectación se había levantado en la sede ante la visita de una cuadrilla conocida por estos lares, que prometían llegar con numerosas viandas. Y la verdad es que no defraudaron. El Juliaco, el Torre y sus dos cuñados, el Manolo y el Pepe, llegaron como se preveía, con ganas de vino y de fiesta y por supuesto de comer. Y comer como reyes. Y para que no se les pusiera ni un solo pero, también arrimaron el vino y el postre.
¡Benditos invitados! ¡Que artistas!


Claro que con este panorama el Ministro de Alimentación disfrutó de la velada como llevaba tiempo sin poderlo hacer. Eso sí. Durante la noche, no fueron una, ni dos, las voces solapadas que con amenazas veladas, le recriminaron que su estatus en Brácana corría peligro. Y es que en Brácana, como en tanto sitios, la memoria es muy débil.


La noche comenzó con la sorpresiva visita de Candela, la nieta de el Silencioso y a la par sobrina-nieta de el Pijo del Magreb. Sus progenitores, la Patri y el Álex, tuvieron a bien peregrinar hasta la sede con su pequeña, simulando a los recién nacidos que peregrinan  a la Basílica de la Virgen del Rocío, para obtener la bendición de la Blanca Paloma. Pues en Bracana no es igual, pero sí parecido. Podemos decir que la pequeña Candela peregrinó hasta la Sede Institucional para recibir el bautismo de bracanera y quedar así ligada al mundo del vino de por vida.
Una vez que el Silencioso, abuelo como digo de la criatura, y el Pijo del Magreb, tío-abuelo del retoño, se limpiaron la babita, comenzó oficialmente la velada. O mejor dicho, el disloque de comida, bebida y charla.
Comenzaron tirando de la alacena de los Ultramarinos Sangonera, el supermercado piloto de Brácana, con el que pretenden montar franquicias por las localidades cercanas, incluso entrar en el mercado parisino, al igual que ya consiguieron hacer con el Restaurant Lavergí, instalado a pocos metros de la Torre Eiffel.  Vamos, que echaron mano de aceitunas, avellanas y patatas salaíllas a las primeras de cambio. Además, como la cosa venía torcida, quedó inaugurada la temporada de jamón y aceite. Lo típico. Y para regar, Mosto Los Cuñaos.


Si no hubiese un mañana, no me puedo hacer a la idea de lo que comerían en la última tertulia, pero supongo que estaría cerca de lo que se metieron entre pecho y espalda la noche de los cuñaos.
El recital comenzó con montaditos de lomo, aderezados con una fina y suave capa de manteca de cerdo. Para acompañar al Mosto Los Cuñaos ya habían añadido Fino Los Cuñaos. El ministro de Alimentación no dejaba de preguntar y asesorarse sobre la elaboración de tal manjar.
Poco después y tras el conveniente intercambio de opiniones sobre la comida y la bebida, apareció en la mesa central una cazoleta de barro de La Rambla con alcachofas al Montilla. Para parar la avalancha que se había presentado en la sede, tuvieron a bien hacer el Consejo de Ministros semanal. Poco efecto surtió el parón, ya que de jatería frenaron pero, de bebía, apenas.
Y como los estómagos de los bracaneros parecen huchas sin fondo, pues más madera. Cosa suave. Carrillada en salsa de almendras, el Fino Los Cuñaos agotado y el Fino Pata Hierro llenado copas. Ya para rematar la mítica noche de Los Cuñaos, que comenzó con Candela, un postrecito llevado a la sede por la cuadrilla de la muerte.
¿Digestivos? También.

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