26 de octubre de 2013

26 de octubre de 2013 - Sin comentarios

Los embajadores vuelven en otoño

Ejercer de cronista oficial de Brácana me está suponiendo más de un quebradero de cabeza aquí, en el limbo. Estar pendiente de lo que pasa ahí abajo y de lo que pasa aquí arriba es complicado, de ahí que desde hace semanas me retrase más de lo que gustaría a la hora de publicar las andanzas de mis compinches. Así que, haciendo un ejercicio de concentración brutal, para mi pequeña cabeza de pajarillo tropical, vamos allá con la crónica del pasado jueves 17.



Por un lado tengo que resaltar que, ahora sí, todo parece volver a la normalidad. Como ya he comentado aquí mismo, la larga secuencia de celebraciones y agradecimientos, tras las obras acometidas en la República, parece que han llegado a su fin. Ahora las preocupaciones son cómo dar forma a la larga lista de eventos previstos a medio plazo. Más adelante os hago un esbozo, pero antes quiero decir que otro aspecto que vuelve a la normalidad es la afluencia de embajadores a la sede. Esta semana han sido tres: el Francisco Vílchez  y el Salva Loriguillo, que debutaban en la plaza, y un veterano de guerra en estos lares como el Pepe García. Los tres camparon a sus anchas por territorio bracanero, comieron, bebieron y se zamparon al paso el Fino el Primo, con el que acudió el Francisco Vílchez y el PX Fantasía con el que también acudió el susodicho, por cierto, primo de el Silencioso y mi amo.
De jatería la cosa estuvo sobrada. Los conejos fueron protagonistas gracias a la gentil donación de el Chuchi y las sabias manos de el Ministro de Alimentación que convierte en ambrosía las viandas más vulgares. Por un lado se marcó un conejo en salsa con papas fritas que quitaba el sentido. Para más inri, el Pepelui dejó el plato limpio de huesecitos, de manera que no hubo más que masticar y engullir. Lo dicho mil veces, este tío no tiene precio. No contento, con la salta sobrante, preparó un sofrito para un arroz que se voltearon al paso poco antes de la medianoche. Menos mal que no hay Ministerio de Trabajo en Brácana. A más de uno los niveles se le iban a salir de la gráfica en los controles médicos.



Entre medias de todos este trajín gastronómico, llegó el consejo de ministros, uno de los más densos desde la fundación de la República. Los temas a tratar no eran complicados en sí mismos. No obstante, sí fue difícil buscar acomodo en el calendario a la avalancha de actividades propuesta por mi amo. Tienen pendientes invitaciones en el Lagar Cabriñana y en la Cañá Navarro, para probar el vino nuevo. Además, han sido invitados para una nueva degustación de tintos por parte de el Josaime, primo de el Pijo del pádel, y otro viajito a Aguilar a otra bodeguita que tienen pendiente. Si a esto unimos que a mediados de noviembre tendrá lugar la tradicional cena de Navidad bracanera... el follón está montado. Veis que todo parece complicado de encajar ¿no? Pues seguro que los cabrones encuentran fecha para todo.



Tengo un poco olvidados a los embajadores de la noche pero es que estuvieron tan acoplados, que por momentos parecía que Brácana había ampliado el cupo de habitantes a catorce. Bueno, el único que sacó los pies del plato fue el Salva Loriguillo. Fue el último en realizar el juramento y, justo ahí, le salió la vena chirigotera. Bueno, mejor sería decir comparsera, recitando los siguientes versos:

Una bandera es un presente
bañado en un sentimiento
una bandera es el orgullo
que empuja más fuerte que el viento
que arrastra más que un temporal.
Una bandera hizada al viento

es la expresión de su pueblo
una bandera es la añoranza
de los que están lejos de su patria
de su familia y de su hogar.
De una bandera no se quiere su grandeza,

ni su elegancia, ni su porte, ni hermosura
se la quiere simplemente porque es tuya.
Pa' esta república quisiera,

que tuviese su bandera soberana
que no fuera patrimonio de un palacio
y que al mirarla te enganche el alma
Pa' esta república quisiera

que su gente inventara su bandera
sin más corona ni ave guerrera
Una bandera que al mirarla

la sienta suya la gente, 
ya sea del mar o del campo
ya sean hombres o mujeres.
Una bandera tan noble

una bandera tan bella
¡ay! si fuese verdad esa bandera
yo moriría por ella.


Coño, que la gente se emocionó y todo. Fue el toque lírico para una nueva velada bañada en vino... y como estaba el vino. Lo apuraron todo y echaron mano de la reserva republicana.
Al final acabaron como siempre, digestivos, más charla y a poner la cuenta atrás en el calendario a la espera de que llegue un nuevo jueves.
Si es que no tiene jartura....

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