9 de octubre de 2013

9 de octubre de 2013 - 1 comentario

Peregrinación con sabor a vino

Desde antiguo, se ha pretendido identificar el comienzo de las labores agrícolas, o la recogida de las cosechas más importantes, con festividades que coincidiesen en esas fechas. Las bacanales, famosa fiesta pagana, eran simplemente la conmemoración de la vendimia, según he podido escuchar por ahí. Por ello, en la vecina localidad de Montilla, décadas atrás, la fecha del 29 de septiembre estaba señalada en el calendario, como el momento para iniciar los contratos de aparcerías y arrendamientos, así como el inicio del año agrícola, coincidiendo con el momento en el que se cortaba la uva.



No sé si mis amigos bracaneros conocían esta historia, aunque tratándose de vinos, seguro que sí. Así me explico mejor el motivo de la peregrinación a la Bodega San Miguel, que llevaron a cabo día atrás. Esta idea se fraguó hace un año y ahora, doce meses después, los once apóstoles del vino que forman Brácana, han cumplido su promesa de volver a este templo del vino donde esperaban el Paco Raya, el Gaspar, el Chechu y, como novedad, el Miguel. Es la primera vez que he conocido a este personaje pero me da en el pico que no será la última. El caso es que poco después de las 21:30 del jueves, mis colegas se adentraban en los sótanos que albergan esta bodega para celebrar el inicio del año agrícola, como no, bebiendo vino y comiendo. Como ya le tenían cogida la medida a este espacio, entraron pronto en materia: unas cervezas para hacer el pie de cuba y paso al líquido elemento. Como sucedió en la primera peregrinación, el vino ocupó la mayor parte de la tertulia, que fueron alternando con unas pataticas salaíllas y también un salchichoncito emplatado por el verdadero Dios al que tienen que adorar cada jueves, el Ministro de Alimentación.



De ahí, algunas copas de vino después, saltaron al plato estrella de la noche, dos bandejas de muslos de pollo a la plancha. Voy un poco atropellado porque quiero reflejar un detalle que quedó en el aire pero que tiene pinta de prosperar en el futuro. El Miguel, natural de la localidad granadina de Murtas, según pude escuchar, ha propuesto un intercambio cultural entre Brácana y esta localidad de la Alpujarra. Todo vino por la explicación aportada de una tradición musical de la zona llamada Trovos. Es una forma tradicional alpujarreña, que consiste en la improvisación de poesía dialogada, sobre una base musical de guitarra y violín. Vamos, como las batallas de gallos en el hip hop, pero con sombreros de paja en vez de gorras ladeadas y pellejos de vino en lugar de.... dejémoslo en otras sustancias. Para que los bracaneros se hicieran una idea, el Miguel se pegó uno de estos trovos en vivo y en directo, aunque sin acompañamiento musical:

No me salen las canciones
hoy no me encuentro muy fino
ya conozco las razones
me hace falta un vaso vino
pa ponerme en condiciones

Tan sugerente encadenado de versos dejó al personal embelesado. El que más y el que menos ya se ve rulando por Murtas y guerreando a base de versos con el personal de la zona. Yo, que tengo también un puntito aventurero como mi amo, me he pegado una volá hasta allí y, la verdad, es que merece la pena, porque el pueblo es una pasada. Si se calientan en las próximas semanas, en breve habemus viaje. Esto fue lo más destacado de la noche aunque, bueno, sería injusto no mentar al menos el arduo trabajo del DJ Chechu. El menda, ya con el cuerpo agustico, se dejó caer para un tocadiscos que hay en la Bodega San Miguel, de esos que rulaban por los clubs, allá por los años 80. A base de vinilos pasaron toda la noche, hasta el momento de la despedida.
Por cierto, cuando salían de San Miguel, varios policías municipales miraban por la ventana de la bodega. Como los bracaneros ya habían salido, los lugareños se quedaron capeando el temporal aunque, conociendo al personal, lo mismo hasta acabaron pegándose un lagitasso.


1 comentarios:

no quiero pensar si la policia se quedo con ganas de una copichuela y por eso rularon por el lugar

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