30 de octubre de 2014

30 de octubre de 2014 - Sin comentarios

A pesar de las bajas

La familia bracanera sigue creciendo y el calendario va normalizándose con la llegada de nuevos embajadores, como los que visitaron la sede el pasado jueves. Aún así, el pleno se resiste, porque la pasada Tertulia registró otras dos bajas. La primera fue la de mi amo, que sigue empeñado en encontrar a Nessy por tierras escocesas. No obstante, mucho más triste fue la ausencia del Ahijao que no pudo pisar Tierra Santa por culpa de un trancazo del quince que lo mantiene en el dique seco. Fue una lástima porque el jueves hubo Tertulia de la güena, de esas que comienzan hablando del tiempo y terminan por dar repaso a Bankia, las tarjetas opacas y el clásico entre el Real Madrid y el Barcelona.


Parte de culpa de este buen rollo la tuvieron los dos nuevos embajadores, que llegaron de la mano de el Ministro de Alimentación. El Ramón el de la Caja y el Miguel Ángel Ramírez son dos boinas verdes del charloteo y el alterne. De hecho, como ellos mismos dijeron a lo largo de la noche, no sabían a lo que iban a Brácana. Pero claro, si como aliciente te ponen que tan sólo vamos a beber y comer, cualquiera se niega.


Para romper el hielo, tras las aceitunitas de rigor, acompañadas de la cerveza que cada semana hace el pie de cuba, llegó la primera tapita en barra. Estuvo precedida por los leñassos de rigor que el Pijo del pádel mete en la barra siempre a modo de aviso. Mis colegas ya están advertidos, pero los nuevos embajadores se pegan unos sustos que cualquier día acabarán en verdadero acojone. El caso es que, por tercera semana consecutiva, atacaron al jamón sin compasión, regado pertinentemente por su aceitico correspondiente. Para mitigar tal sufrimiento, no tuvieron más remedio que meterle mano al Fino El Puma, pero sin compasión. Este vino forma parte de la historia de Brácana ya que, como el Guadiana, aparece y desaparece, pero nunca defrauda. No contentos con el jamón, veo que el Pepeluí comienza a preparar las comilonas de la inminente Navidad. No apto para vegetarianos, la segunda tapita en barra fue una morcilla con piñones, que sirvió para aplacar el hambre un poco más.


El Consejo de ministros fue dirigido esta vez por el ministro de Alimentación, que lo mismo arregla un roto que un descosío. De hecho, el tío se vino arriba y se arrancó a presentar a los embajadores en verso, haciendo aflorar una faceta lírica desconocida hasta entonces. En el Consejo, se habló de los próximos embajadores y de una visita que están preparando a un sitio llamado Casa Palop. Ya lo he oído en alguna ocasión y ardo en deseos de conocerlo. Cada vez que se pronuncia ese nombre, se forma el silencio más absoluto, como si hablaran de algún lugar mítico. Solventado el trámite de dar cuenta de los eventos más cercanos en el tiempo, se procedió al juramento de los dos embajadores. Mantuvieron el tipo y eso que a esas alturas de la noche el Fino El Puma casi había volado. Menos mal que siguen teniendo en el fino del Lagar Blanco su reserva federal particular... no se les escapa detalle. Lo alternaron con el plato fuerte de la noche, una marmita -no se puede denominar de otra manera- de alcachofas al Montilla, aderezadas con cabezada de cerdo.


A partir de ahí la intensidad de la Tertulia fue bajando progrsivamente, entre otras cosas por que ya se acercaban a la primera hora más temprana del día. De hecho, tras jalarse unos racimitos de uvas, apenas si quedaron en la Sede los dos embajadores y el incombustible Ministro de Alimentación. El resto dieron por cerrada una nueva noche de charla, vino y gastronomía, aunque empezaron la cuenta atrás para la siguiente Tertulia, con la podrán punto y final al mes de noviembre.

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