4 de febrero de 2015

4 de febrero de 2015 - Sin comentarios

Como a nadie le importa

¡Como lo estáis leyendo! El pasado jueves mis compinches se pusieron como a nadie le importa. Digo esto porque había ganar de recibir a los primeros embajadores del año y, por ello, se preparó un menú variado, con una carta de vinos finos que no es posible encontrar en el mismísimo Ritz. Bueno, en realidad, ya quisieran los comensales de dicho hotel comer, beber, charlar y reírse de la manera en la que se hace en Brácana Center. Dicho esto, vamos primero con los invitados. Hasta la sede llegaron el jueves un embajador veterano, otro nobel y un tercero cadete. Os lo explico.


Tan veterano es el Mochu en estas lides, que mis colegas no saben si denominarlo como parte de la sede o como embajador. El nobel es su cuñado, el Israel Díaz. Aunque natural de Córdoba, dice sentirse más montillano que un sarmiento de la Campiña, por ello acabó pisando tierra santa como un victorino de 600 kilos.El embajador cadete es el Jose Cruz, primo de el Niño. El caso es que no se le puede considerar como un invitado nuevo, ya que estuvo en Brácana meses atrás, aunque tuvo que abandonar la sede por motivos de salud. Por este motivo, en Brácana todo el mundo lo conocía hasta el pasado jueves como José I El Breve.
Los tres encajaron a la perfección en un ambiente más que distentido porque, si algo bueno ha tenido el rapapolvo de primeros de año, es que ahora las quedadas de los jueves son tertulias de las de verdad, de charla con el codo apoyado en la barra, en la que se arregla el país en un santiamén. A ello contribuyó la pasada semana el amplio y excelente surtido vinícola que había en la sede: Fino Chuchi, procedente de la primera cosecha del Conde de Chuisburg, Fino Mariano, aportado por el chahe de el Nino, y fino El Maestro, un clásico que nunca falta en Brácana.


De jatería tampoco anduvo mal la cosa. Tras las tapitas habituales para hacer cuerpo, mi amo se marcó sendas perolas de chorizo, una a la sidra y otra al oloroso. Huelga decir que los sopones caían por doquier, una vez que dieron buena cuenta del embutido.
En el consejo de ministros de nuevo se dio repaso a la lista de invitados (la semana viene llegan los colegas de la Pantera, Morri incluido, así que habrá que estar al loro). También se volvió a hablar del premio gastronómico, cuyo agraciado se conocerá a principios de febrero, y se dio paso a los juramentos. Son los primeros del año, así que hubo cierta solemnidad. De ahi saltaron al plato fuerte de la noche. El perolón de solomillo con papas a lo pobre daba miedo nada más que verlo. No obstante, como esta gente sólo temen que el techo se caiga sobre sus cabezas (lo digo por la vez en que esta metáfora estuvo a punto de hacerse realidad), se arremangaron y dieron cuenta del plato en mucho menos de lo que tardó el Pepeluí en prepararlo.


Por supuesto, para terminar se metieron entre pecho y espalda unos digestivos, a pesar de que hubo quien se hizo el remolón. Bueno, que me despido hasta la semana que viene. Sed buenos, bebed mucho vino y que los últimos días de enero vayan con buen pie. Por cierto, en Brácana están muy pendientes de las elecciones griegas del próximo domingo. Dicen que si Syriza las gana, tienen cojones de presentarse a las municipales de mayo ¡Miedo me da !



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