13 de febrero de 2017

13 de febrero de 2017 - Sin comentarios

Huracán Thenedor: Categoría 5 en la escala Saffir-Simpson

Tela. Vaya tela. Creía que lo había visto casi todo en mis dos vidas, la terrenal y la astral, pero una vez más... me equivoqué. Lo del pasado jueves pudo acabar en catástrofe. El Huracán Thenedor, del que seguramente tengáis alguna referencia por los informativos, pasó por Brácana. De verdad que pasé miedo. Muncho, como diría el Ligre. Vientos de más de 250 km/h llegaron incluso a llevarse de la sede algunos de los utensilios domésticos con los que se alimentan estas criaturas cada semana. Los Montes Bracaneros fueron testigos de lo que pudo ser una tragedia: hojas de palmeras por el suelo, aglomeraciones de agua... En fin, menos mal que no pasó nada grave. Yo de hecho, salí de la sede y fui a darme contra el tronco de una palmera, arrastrado por el viento. A punto estuve de dejarme allí el pico. Menos mal que vino en mi ayuda Mohamed, el buho que habitaba en la residencia de verano de el Ligre, que casualmente pasaba por allí.
- ¡Coño Punselito. Desde la última vez que te vi estás muy desmejorado!
- Mohamed, si es que llevo una vida que ni las aves carroñeras. Además, con lo chiquitico que soy y el viento que hace, he sido muy temerario abandonando Brácana antes de que amaine el temporal.
- La verdad es que pareces un Ibis Eremita con las plumas de punta. Anda, ven conmigo hasta aquel árbol y me cuentas qué es lo que pasado.
 El encuentro fue providencial, así que acabé relatando al bueno de Mohamed la secuancia anterior al gran trompazo.


- Reconozco que el error ha sido mio. Mira que normalmente no interactuo con mis colegas, pero esta vez, como decían que el vino estaba tan bueno, aproveché un descuido para darme unos latigassos de las copas, estilo bebedero. Claro, así voy. Pero no creas que soy el peor de todos. He visto salir gente de ahí que iban tiernos, tiernos. Hoy ha sido la prueba de fuego para el Félix el de la Tele, que ha llevado sus primeros embajadores. Todos tienen como punto en común que forman parte del AMPA Vicentale, del colegio Vicente Aleixandre. A dos ellos ya los tenías calados: el Salva Loriguillo, que volvía al redil pasaporte en mano, y el Raúl Gómez. A los otros dos no, pero menudos pájaros: el Sergio Pino y el Paco Luna 'Pitu'. El primero de estos últimos aparecio con una garrafa de ocho litros de Fino Tonelería, de unas botas que tiene en la Tonelería Pino. Doy fe de que estaba güeno de verdad, pero acabó por tumbar a más de uno por el ansia con el que atacaron, sin piedad. Esta vez, la jatería preparada para la ocasión no silvió de bálsamo. Ni el queso, ni el salchichón de venado, ni la ensaladilla de salmón que aportaron los embajadores. Tampoco el jamón y los mejillones al vapor, cogidos a mano en la zona alta de la Carchena, que preparó el Ministro de Alimentación.


No obstante el momento más dramático de la noche, llegó con el plato fuerte. El progenitor de el Salva Loriguillo, preparó una perola de costillas que, según escuché, prepara de vez en cuando para sus quedadas en el Bolero. El vástago sentenció diciendo que cuando se comen costillas allí, sólo las prepara el Loriguillo. Dicho esto, se abrió la puerta de la sede con violencia y una ráfaga de aire sin precedentes por estos pagos arrancó de la mano de mi amo un tenedor que acabó perdido por los Montes Bracaneros. Ahí es cuando me acojoné de verdad, Mohamed. Es como si el huracán hubiera poseido la almas del personal, que andaba por el suelo flojo de la risa. El Pijo del Magreb también sentenció asegurando que cuando se comen costillas del Loriguillo en Brácana, hasta los tenedores salen volando. Si es que son imprevisibles Mohamed. Aquello es una puta anarquía y van a dar conmigo algún día. No me van a matar de un susto porque ya estiré la pata hace tiempo.


Hasta ese momento, ya se habían jalado el Fino Tonelería, echando mano del Fino C.B. Justo en ese momento fui cuando empecé a sentirme temblón. Me di cuenta porque estuve tentado de probarlo también, pero pude comprobar que mi cuerpo ya no respondía a los estímulos de mi pequeño cerebro. Aún así, recuerdo un momento de descojone colectivo, cuando el Pitu recordó su paso por el Castro del Río, a las órdenes de Paco Soto, contando anécdotas de vestuario junto al gran Isidoro el Gamba. Ahí entregué la cuchara, como dicen por ahí, y decidí volver a casa, justo cuando me encontraste.
- Punselito, lo que tienes es un colocón como un piano. Eso te pasa por rememorar tiempos pasados, cuando esta gente te rebajaba el bebedero al 50 por ciento con vino ¡Que ya no estás para estos trotes! Anda, acurrúcate ahí, bajo mi ala, que la semana que viene vuelves a la carga. Y no les sigas el tirmo, que van a acabar contigo.


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