8 de febrero de 2017

8 de febrero de 2017 - Sin comentarios

Una cena ligerita

El jueves pasado se me saltaron las lágrimas. Sí, lo reconozco. Ver entrar un tipo por la puerta que lo primero que hace es plantar sobre la mesa el salvoconducto bracanero, visado en anteriores visitas a la República, es para estar orgullos del pifostio que montan mis colegas terrenales. Así, como os lo estoy contando, comenzó la última quedada en Tierra Santa. El personaje en cuestión no es otro que el Balaí. Fue de los primeros en llegar, volviendo al redil cinco años después de su primera estancia en Brácana. Bueno, lo que hizo que se me saltaran las lágrimas, salvoconductos al margen, es que llegara con unos litracos de vino... porque eso sí que es amor a la República.


Durante la noche estuvo acompañado de otro veterano de guerra como el David Ruiz, alias Rocco, y de un nuevo embajador como el Ángel Arce. Bueno, a decir verdad, su cara me sonaba. Tardé algún tiempo en hilar, pero al final acabé sacando conclusiones. Años atrás, tras el lamentable episodio de amago de derrumbe del techo de la sede, fue el Ángel el que se pegó unos latigassos con el Ministro de alimentación, el Silencioso y el Paticorto, en la sede, buscando soluciones de madera para sustituir el techo bracanero ¡Joder, cómo pasa el tiempo!


Pero a lo que vamos. Los tres participaron junto al resto del personal de una jornada gastronómica en toda regla. Comenzó con engaño tras las tapas pertinentes. Mi amo, un maestro en las fintas culinarias, amagó con una perola... para llenarla de verdura. Es un plato que gusta en estos pagos, pero que hace que el personal entre al trapo a regañadientes, esperando algo que se pegue más al riñón. Pero claro, para eso en Brácana hay Ministro de Alimentación, que no deja ningún detalle al azar. Tras dar cuenta de la verdurita, de la zona de fogones vi salir una olla humeante que llamó mi atención ¡Coño, las fabes que trajo el Paticorto de Asturias, con su compango correspondiente!
Tengo que reconocer que no le tienen miedo a nada, menos a unas fabes rondando la medianoche. A estas dos exquisiteces, tengo que unir el postre aportado por el Rocco.


Aquí hay que hacer un alto en el camino, porque la cosa tuvo su guasa. Su cónyugue estuvo días atrás en las instalaciones de la Monarquía de Alvear, impartiendo un curso sobre manipulación de alimentos o algo así. Evidentemente alumnos -léase el Silencioso, mi amo y el Ministro de Alimentación- y profesora, sacaron a lo largo de la sesión formativa la inminente quedada del jueves, acordando la elaboración de un postrecito para el personal. Evidentemente se la tenían guardada. Faltó sacar una lupa para ver si la tarta en cuestión cumplía todos los requisitos reglamentarios... desde el emplatado hasta la limpieza, pasando por el papel utilizado para el transporte. Evidentemente le dieron el visto bueno para jalársela sin miramientos, porque una cosa es ser un tiquismiquis y otra bien distinta dejar pasar la oportunidad de darle a la mandíbula.
Respecto a los temas de conversación del jueves fueron tantos como grupos se fueron formando, de ahí que mi pequeña cabecita de tropical, no de para retenerlos todos. Sí me quede con la tanda de comentarios alusivos al mundo del motor, del que el Ángel Arce es un seguidor. Según parece, ahora anda enfrascado en la construcción de una pista para coches en miniatura, junto a otros miembros del Club de radio control de Montilla.


En definitiva, otra noche de buen rollo, vino y jatería, para mediar el mes de enero. Hasta aquí la crónica de esta semana, preparando ya la de la semana que viene, en la que se anuncia traca de la buena, con los primeros embajadores que aportará el Félix el de la Tele. Estaré atento a lo que ocurra.
Por cierto, que se me olvidaba. A mitad de la noche me llevé un susto de muerte. Llamaron a la puerta y entró un tipo con una barba estilo yihadista y un gorro de lana. Me puse en lo peor, pero al final resultó ser el Rafa Villar que tenía que arreglar algún asuntillo con el Ahijao... ¡Benditas modas. Aún me estoy recuperando del acojone!

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