3 de mayo de 2012

3 de mayo de 2012 - 1 comentario

Palacio Quemado y Brácana hermanados para siempre

Bracaneros, bracaneras, embajadores, anfitrión...

El día amaneció lluvioso, alivio para el campo, y algo de incertidumbre para la expedición que a las siete y media en punto rondaba por la sede institucional.
Recolecta del dinero y golpe de raki antes de subir al autobús. Sigue lloviendo y solo la ausencia de los excursionistas llegados desde Fernán Núñez atrasa la salida.
Ocho menos cuarto, parte la expedición. Entre risas y anécdotas, el grupo sigue quemando kilómetros, poco después tocamos la provincia de Sevilla, y unos minutos más tarde se une al grupo el penúltimo excursionista. Tras dejar atrás una rotonda y entrar en el área de servicio de Santa Ana, Bernardo sube y saluda, él es nuestra llave del reino de de los sabores de Palacio Quemado, de sus misterios, de sus secretos.
El agua sigue aliviando el campo. La Reina Madre (“la Divi”), parece tranquila mientras observa a su pueblo contento, no en vano es la primera expedición de la república a tierras extremeñas. Y antes de enfilar el camino hacía Sevilla capital, una sorpresa, visita rápida al entorno de Los Algarbes tierra natal del Presidente y a la vez uno de los departamentos de La Carlota.
Sigue lloviendo y ahora pasamos cerca de la Isla de la Cartuja. Reminiscencias de la Expo 92, de Curro, de Jacinto Pellón. ¡Que veinte años no es nada! (Joaquín Sabina).
Atrás dejamos Sevilla, con su feria de abril pasada por agua. ¡Bendita agua!.
Agua caída del cielo que empapa al gran río de Andalucía. El Guadalquivir también es testigo de nuestro paso antes de entrar en tierras extremeñas.
Las encinas toman el relevo en un terreno encrespado y salpicado de verdor y manchones de plantas floreciendo. Seguimos quemando kilómetros y el personal comienza a impacientarse. El hambre, el peor enemigo del hombre empieza a hacer mella en la expedición, y eso se traduce en ataques al Presidente y al Ministro de Turismo (jefe de expedición). Mi amo, bregado en mil batallas en el manejo de grupos intenta entretener al personal con cuestiones relacionadas con los gálibos, o los porcentajes del desnivel en las pendientes de la autovía. Pero si el hambre se asocia con la sabiduría de los “puretas” de la expedición todo intento de engaño queda en paños menores.
La Reina Madre saludando
Al fin, un área de servicio en medio de un paisaje alborotado por la primavera.
Tostadas con aceite, jamón, tomate, bocadillos de lomo, cafés solos, con leche, manchados, zumos de naranja y cervezas para los más envalentonados. Y aprovechando la tregua de la lluvia, cigarrito rápido antes de volver al autobús.
Mérida está a tiro de piedra y con el estomago calmado media horilla después la expedición estira las piernas. El Puente Romano, el Ayuntamiento, el Museo Nacional de Arte Romano, el Anfiteatro…
El Imperio Romano hizo de Augusta Emerita la capital de la provincia de Lusitania, luego llegaron los visigodos, y los árabes, después la reconquista, la baja edad media y la moderna, la invasión francesa, y la edad contemporánea y por fin los bracaneros.
Allí estábamos los bracaneros, porque aunque yo soy un pajarillo tropical, me siento más bracaneros que muchos de ellos.

Solo quedaban unos cuantos de kilómetros para llegar a la tierra prometida, y así sucedió, con el último componente de la expedición, Fernando, vehiculando con su todoterreno tras el autobús abandonamos la carretera dirección a Alange para adentrarnos en un camino de tierra rojiza, no en balde estábamos en tierra de barros, que por fin nos llevó hasta la bodega de Palacio Quemado.
Mi amo cedió los poderes a Bernardo, que a los pies de la bodega comenzó con un carrusel de datos que dejó boquiabierto al grupo. Bernardo y la lluvia parecían haber hecho un pacto de no agresión, en que el primero detallaba los secretos de la finca y la segunda (la lluvia) respetaba sus explicaciones al aire libre. Bernardo afinaba, hablaba de variedades de uva, de muerte súbita, de hectáreas, de la Guerra de la Independencia, de rosales al pie de linde, de balsas de agua. Y la lluvia amenazaba con bocanadas de aire y con cortinas de agua a kilómetros de distancia. Todos respetamos el acuerdo y con una foto de grupo en las escaleras de entrada de la bodega pasamos al interior y dejamos que la lluvia hiciera el resto.
Contacto con el entorno
Amenazante cortina de agua
Antes de entrar en la bodega

Pero la cosa solo había hecho empezar, Bernardo prosiguió con sus explicaciones, ahora y en la sala de fermentación de los vinos y a los pies de los depósitos hablaba de levaduras, de fermentaciones malolácticas, de hollejos y pepitas, de maceración, etc. Y tranquilo por estar a cubierto no mostraba prisa alguna por acelerar sus explicaciones, pero fueron los Ministros de Alimentación y Turismo los que aconsejaron al Enólogo-Anfitrión hacer un receso para tomar unos ágapes. Y Bernardo como buen anfitrión, atendió la petición de ambos personajes, y aprovechó la pausa para tomar algo de aire.

Atención máxima de los bracaneros

Con el estomago algo calmado continuó la tuorne, ahora tocaba visita a la planta de embotellado y almacenaje. Era el turno de las botellas, de su gramaje, de los corchos y la eterna controversia entre los sintéticos y los tradicionales, del capsulado con pilfer o incluso del etiquetado.

Y del embotellado a la bodega donde los caldos descansan previo paso a su embotellado, para posteriormente seguir descansando durante el tiempo que se estima oportuno en cada caso.
Más de siete horas habían pasado desde que la expedición partió desde la sede institucional. Pero ello no fue argumento para bajar la guardia. Bernardo había cogido aire y ahora hablaba de los tipos de maderas, del roble americano y el francés, de la emigración de aire hacia el interior de la bota, de la manera de trabajar el roble, del grado en que se quema este, de cómo las botas de tinto reposan a boca ratón… infinidad de datos, de entresijos y de detalles que hacía que el personal atendiera  a las explicaciones de forma a veces hipnotizadora.

Los tintos reposan en silencio
El reloj seguía corriendo y aunque para muchos la medida del tiempo había sido distorsionada, eran casi las cuatro de la tarde cuando se paso a uno de los momentos más esperado, la cata.
Un señorial salón bien acondicionado, veinticuatro botellas delicadamente colocadas sobre una rustica mesa de madera clara conteniendo ocho variedades diferentes. Bernardo era el centro de atención y en torno a él, formando un círculo los veinticuatro catadores. Impacientes, deseosos por comenzar la cata cada uno mimaba su copa, esperando ver como el caldo manchaba la transparencia del cristal. Dentro la lujuria de sabores estaba presta a comenzar, fuera la lluvia golpeaba con fuerza sobre la cristaleras del salón. Tempranillo joven para comenzar, luego syrah con poca madera en roble americano, más tarde syrah con más madera en roble francés. Y con cada vino el proceso obligado, visualizar, oler, degustar. Los comentarios se disparaban, que si la capa, que si color cereza, que si olor a esto a lo otro… Dentro los colores, los aromas y los sabores, fuera la lluvia enrabietada golpeaba transformada en granizo, envidiosa sabía que había perdido el protagonismo. Luego llegaron las variedades experimentales portuguesas, la touriga y la trincadeira, para dar paso a la cabernet sauvignon, que resultó ser todo un descubrimiento, o más bien toda una sorpresa, sobre todo cuando en nariz recordaba el aroma de los pimientos asados.
Amalgama de sensaciones
Para terminar crianza 2010 y reserva 2009, dos de las grandes promesas de la casa.  Dentro el personal opinaba sobre sus sensaciones, fuera la lluvia había claudicado ante el sol y la luz de este sacaba el rojizo a una tierra triste hasta ese momento. Quizás el Dios Baco tenía algo que ver con todo aquello.

Pero aún quedaba el almuerzo, y para ello el personal se dirigió al comedor donde Pauli, la cociera, y su marido esperaban pacientemente para también mostrar sus inmejorables cualidades culinarias. Ahora el decorado había cambiado, otra vez. Un gran salón rectangular flanqueado en uno de sus lados  por unas cristaleras que mostraba la bodega de barricas donde el tinto reposa silenciosamente. Una gran mesa central servida sin falta de detalle y al fondo la cocina. Una vez sentado el personal a la mesa comenzó el reparto del exquisito cocido extremeño cocinado por Pauli a fuego lento.

Todos a la mesa
Mas amalgama de sensaciones






Más de uno repitió y no solo una vez, y de la “pringá” mejor no hablar. Tinto y cocido, tanto monta, monta tanto…







Unas letrillas del Presidente
Ni que decir tiene, que antes de comenzar el almuerzo los bracaneros hicieron sus brindis de rigor y que tras el mismo no dudaron en firmar en el libro de visitas.
Poco después la expedición ponía rumbo a casa, en el trayecto la lluvia quiso vengarse por el desprecio sufrido durante la estancia a la bodega y acompañó a los bracaneros casi en todo el recorrido.

A eso de las diez y media de la noche y a las puertas de la sede institucional terminaba la jornada, que sin duda pasará a las historia de la joven República, Independiente, Anárquica y Laica por la Gracia de Dios de Bracana como una de las mas gloriosas.

Nota; Desde estas líneas, este humilde pajarillo quiere dar las Gracias a Bernardo Lucena por la disposición mostrada en todo momento en la visita que un grupo de dementes del mundo del vino realizaron a la Bodega de Palacio Quemado.

Los vinos de Palacio Quemado


1 comentarios:

Qué contar de las Tortas del Casar Punselito? Buena jornada, buen 'jaterío' y buen 'berbercio'.

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