28 de agosto de 2015

28 de agosto de 2015 - Sin comentarios

Comienza la nueva temporada

Aunque todavía queda un jueves más para que termine el mes de agosto, mis compinches bracaneros no han esperado a que haya pleno para dar por inaugurada una nueva temporada en la República. El tiempo pasa volando y en pocos meses se cerrará el quinto año desde que inauguraron la sede, y sexto si tenemos en cuenta las Tertulias del Callejón.
Pero vamos a lo que vamos, que al final, con unas cosas y otras, se me va la paloma al cielo y no  cumplo con mis obligaciones de cronista oficial de Brácana. Aunque, ahora que lo pienso, antes de narrar las andanza terrenales de mis compinches no quiero pasar por alto una nueva incorporación que hemos tenido aquí en el limbo, que ya ha tenido consecuencias directas. Ya os he ido contando a lo largo de todo este tiempo, cómo ha ido creciendo este espacio en infraestructuras, gracias sobre todo a la llegada de personajes del pelaje más diverso. Pues bien, justo al lado del Flamenlimbo, se acaba de inaugurar  el Gran Teatro del Limbo. La encargada de regentarlo desde entonces es nada más y nada menos que Lina Morgan. Apenas si llevaba unas horas por aquí cuando ya le echó el ojo al local, adaptando un espacio que hasta entonces sólo servía para jugar las timbas de dominó en verano.


Dicho esto, ahora sí que puedo dedicarme a hablar de Brácana que, con sus virtudes y sus defectos, sigue siendo uno de los vértices vinateros del mundo mundial. Con la idea de mantener este estado ideal de vida, el pasado jueves recibieron nuevos embajadores, debutantes esta vez, aunque al menos uno de ellos ya había mantenido lazos comerciales con la República. Hace algunos días os contaba que el vino servido en la tertulia  respondía al nombre de Fino Mantecas. Pues bien, el pasado jueves pude conocer a la persona que da nombre al citado elixir. El Rafael Córdoba, Mantecas para los amigos, lleva a cabo las labores de pintura en Alvear, de ahí los lazos de unión con los bracaneros, y estuvo acompañado en esta ocasión por el Antonio Lucena. Como os comento, el primero de ellos es bien conocido por mi amo, el Silencioso y el Ministro de Alimentación porque, según parece, comparten más de una vez la hora del bocadillo aunqueeso sí, cada uno se come el fardelillo propio. El Antonio por su parte era más desconocido por estos pagos, a pesar de que tiempo atrás compartió inmueble con el Paticorto. Además es un reconocido deportista y apasionado del ejercicio al aire libre, montado en bici para más señas.
Ambos, que al final no voy a contar lo que quería, llegaron bien armados a la sede, aportando importantes majares que se suman a la larga lista de comestibles catados semanalmente en Brácana. De hecho aportaron el plato principal de la noche, que siguió a unos palitos de cangrejo con ajos y varios platos de jamón con melón. No contentos, no tuvieron compasión de la perola de conejo en salsa que trajo el Mantecas, guisado, según pudes escuchar, por el Agustín el Pirulo.


A estas alturas de la noche, el personal ya le había metido mano a la reserva federal vinatera, atacando los restos de Fino Pompeyo y Fino el Pato que andaban por las bodegas bracaneras (léase el frigórifico).  Entre tanto se procedió ala celebración de un nuevo consejo de ministros, cuyo fin sigue siendo la organización del complejo calendario para las próximas semanas, además de la designación de futuros embajadores.
Fue una tertulia tranquila, de charla sosegada, y de muchas anécdotas, por lo que no se descocaron en esceso. No obstante, antes de despedirme hasta la próxima semana, me gustaría dejar constancia de que la útlima tertulia ha servido para poner en funcionamiento la última adquisición bracanera: el kit mojito. Desde luego que no les falta ningún detalle a la hora de preparse la fiesta. Ahora que la revolución industrial ha llegado a la sección cocktelera de Brácana, habrá que ver cómo se ponen todos los jueves.


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