16 de enero de 2018

16 de enero de 2018 - Sin comentarios

Dos tertulias en una

El pasado jueves viví una tertulia distinta porque, en realidad, fueron dos. Puede parecer un poco confuso, no obstante para eso estoy yo, para explicar las cosas, porque los de abajo bastante tienen con comer y beber todas la semanas. El caso es que al poco de abrir las puertas de la sede -ya sabéis que llego tempranito para no perder detalle- entraron el Rafa Jiménez y el Pepín Carbonero.


Aquello me pareció rarísimo, porque tenía entendido que eran el Morri y su cuñao, el Vicente Marqués, los que rendía visita a la República. Aún así, como sé que todo es posible entre aquellas cuatro paredes, me aposté en mi cubil habitual, junto a la máquina de la calefacción, para seguir con atención a qué respondía la visita de dos personajes ilustres como ellos. Al poco me di cuenta de que era una entrá por salía, que respondía a razones de protocolo. En pocos días, se celebra una nueva edición del Mosto Rockero que organiza el Pepín, en sus instalaciones del Lagar de Cabriñana, para probar el nuevo vino del año. Al parecer, aquello lleva años un pelín desmadrao, de ahí que el Pepín haya decidido poner pie en pared, dándole aquello un poquito de forma. Es por ello, que acudió personalmente a Brácana, a contarles los cambios, y a decirles que no tenían más que mentar cuántos irían. Entre explicación y explicación, se colaron unas cuantas copas de vino y un ratico de charla de lo más apañao, porque la presencia del Pepín y el Rafa Jiménez, en Brácana, siempre es bien recibida.


Como digo, la visita duró poco. Una vez que abandonaron la sede, comencé a ver movimientos extraños en la Pantera, que se desplazaba por la sede nervioso, como si estuviera en una jaula. El Morri y el Vicente no habían llegado aún, y el bueno de la Pantera se temía que le hicieran un Silencioso -argot bracanero 100 por 100-. Pero no. Al poco entraron en la sede portando un buen surtido de viandas, además de una cuartilla de vino y unas cuantas botellas. La garrafita era del Vicente, mientras que el resto, de las botas de el Morri, esas que ya han dado más de una alegría en la República. El caso es que esta vez el personal se decantó por la cuartilla, Fino de la Bota de Ruz, que dejaba un olorcillo espectacular, así que el sabor debía andarle a la zaga.


La verdad es que me esperaba una tertulia más movida con la presencia de el Morri, que siempre lía la traca cuando va. Pero no, me equivoqué. Esta vez la cosa fue de corrillos. El Morri y el Paticorto por un lado, el Vicente, el Suerto y el Abertxale por otro... Porque si algo tiene la República es que como alguien enganche el hilo de la charla, mientras haya vino, hay conversación. Es lo que más me gusta de las quedadas de los jueves. Es como una terapia de grupo, pero cambiando a los psicólogos por el vino. Bueno, también es verdad que a más de un tabernero pueden convalidarle el titulo sin haber pasado por la facultad.
Poco más que contar, salvo que eché un ratico mu salao y que todos salieron diciendo maravillas del Fino de la Bota de Ruz. Así que a otra cosa, mariposa.... Ciaito.... Hasta la semana que viene.


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