5 de mayo de 2018

5 de mayo de 2018 - Sin comentarios

No nos va a matar el hambre.....

Aunque todos los embajadores que pasan semanalmente por la República son bien recibidos, tengo que reconocer que mis colegas tienen predilección por algunos en concreto. Es el caso de Antonio el Chuchi, que pasó de nuevo por Tierra Santa, acompañado esta vez por su vástago, el Antonio Salas, el Rubén Urbano y el Francisco Ruiz, alias Llorón. El segundo y el tercero debutaban en las artes vinateras bracaneras, bien apadrinados por el Chuchi y el Llorón, que se tomaron aquello como un rito iniciático para los dos jóvenes. Iniciático no sé si fue, aunque lo que sí estoy seguro es que después del jueves, tiene una mención de honor en el noble arte del alterne en barra.


Varias cosas suceden siempre que vienen personajes de este calibre a la República. La primera de ellas es que el cachondeo está asegurado, con la retahíla de chascarrillos que acompañan al Chuchi en cada sarao. La segunda es que la jatería también es una palabra intrínseca a estos personajes ¡La madre que los parió! No tienen conocimiento alguno al poner sobre la mesa viandas al por mayor, siempre regadas pertinentemente por buen vino fino de la tierra. Además, el rollo tertuliano forma parte de su forma de ser, y me explico. Tienen más kilómetros hechos que el baúl de la Piquer, porque están metidos en todos los charcos. Uno de ellos es la cacería, por eso, cuando salió el tema de conversación me vine abajo. Allí empezaron a hablar sin miramientos de abatir conejos, tortolas, liebres y otras especies con las que, en cierta forma, me siento identificado.


Y como una cosa lleva a la otra, de la cacería saltaron a la matanza, ya sin miramientos. Que si cochino p'arriba, que si cochino p'abajo, que si salchichones, que si chorizo, que si... ¡Qué os voy a contar!
Entre tanto hablar de jatería, el personal iba babeando como un San Bernardo. El Ministro de alimentación, al que no se le escapa ningún detalle, trató de minimizar este asunto, aportando jamón de la casa, así como salchichón de jabalí y queso aportados por los embajadores. No contentos con ello, vi cómo sacaban un líquido viscoso, semejante a la sangre ¡Coño, si es que era sangre, y encima de gallo! Aquí sí que sufrí empatía imaginando cómo rebanaban el pescuezo del plumífero... Menos mal, que cerraron la noche culinaria con unos langostinos a base de huevo de codorniz, algo a lo que ya estoy más acostumbrado.


Dos cosillas más que no quiero pasar por alto hoy. Tengo que hacer mención a la labor del Abertxale, al que le encalomaron el papel de maestro de ceremonias, ante la ausencia de mi amo. Tuvo el honor de estrenar el nuevo atril que luce la sede. Los cabrones se han currado un altar para la oratoria con forma de barril, a base de duelas antiguas. No se les escapa ni un detalle, porque le han puesto hasta iluminación autónoma. Como dice mi amo:
- Lo que hay que hacer pa pegarse un leñasso de vino los jueves.


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