3 de mayo de 2018

3 de mayo de 2018 - Sin comentarios

Sangre nueva... colocón seguro

Estoy seguro de que recordáis como cerré el blog la semana pasada ¿no? Pues eso, que el jueves sólo faltó la Guardia Civil. Joder, ¡vaya fiestón! Si hay alguien que nunca defrauda como embajadores en Brácana son los colegas del Ahijao, y esta vez tampoco lo hicieron. Gente joven, con ganas de fiesta, más sueltos que el propio Suerto y, sobre todo, con una visión de la vida diferente a la de mis colegas. Imagino que son cosas de la edad, porque la terna que apareció por allí durante la última quedada son pipiolos, en comparación con los habitantes de Brácana, aunque con más muescas que las pistolas de Billie Joe. Dos de ellos ya sabían por dónde iban los tiros, nunca mejor dicho: el Llamas y el Tanque. Qué os coy a contar de estos dos que no haya dicho ya en semanas anteriores, aunque esta vez tengo que poner un pero, a el Tanque se le quedaron atrás las cartas con las prisas, así que esta vez no hubo magia. Los tres restantes fueron el Bombi, el Chino y el Mono. Dicho así, parece el casting del remake de la película El Vaquilla aunque, motes aparte, tienen padres y madres, y responden a los nombres de el José Antonio Cerezo, el Antonio Ramírez y el Jesús Gómez, respectivamente. Lo de los apodos se ve que es cosa de la charpa de el Ahijao, que cada vez que invita a alguien me hace poner los cinco sentidos en los nombres, para retenerlos en la memoria.


Fue una Tertulia en la que se habló mucho de coches. La labor profesional de el Ahijao y la Pantera, reserva semanalmente un ratico para hablar de bujías, trocolas, palieres y otros chismes que, según parece, tienen los coches. Pues eso, entre cambios de aceite, líquido de frenos y otros menesteres, la conversación fue derivando hasta recodar episodios pasados y oscuros de Brácana, como el lanzamiento del Sputnik, que fueron rememorados entre vítores del personal.


Mientras sucedían todas estas cosas, la cocina estaba a pleno rendimiento, sacando platos de jamón, remanentes de morcilla y chorizo de la semana anterior, salchichón y queso. Obviamente, no todo iba a ser comer, así que una vez más funcionó la física. La teoría de los vasos comunicantes es uno de los pocos elementos aprendidos en la escuela por los once magníficos. Por ello son unos fenómenos en sacarle el máximo partido a la goma del barril, aprovechando a su vez las leyes de la naturaleza, esto es que el vino salga de la bota a su caer, previo chupetón.
Siempre lo digo, pero es que el personal a estas alturas de la noche iba ya en quinta. Además, por si fuera poco, el Tanque se erigió en maestro ce ceremonias, leyendo unos capítulos del ejemplar del Kamasutra que existe en la biblioteca bracanera, haciendo especial hincapié en aquello en los que se dan consejos para sacar el máximo provecho a una ducha en pareja.


No contentos con al atracón de vino y jatería, cerrando la velada jalándose un conejo de monte al ajillo, aportado por los embajadores. Además, si ningún jueves perdonan los digestivos, esta semana no iba a ser menos. Tras la primera tanda, el personal fue ahuecando ala en lenta peregrinación y cantando bajito. No lo hicieron ni los nuevos embajadores ni el Ahijao que, fiel a la tradición de sus invitados, echó la llave al cortijo en el momento oportuno, esto es, cuando le dio la gana.

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