25 de junio de 2015

25 de junio de 2015 - Sin comentarios

El guía espiritual de Brácana

POR FIN. El día señalado en fosforito en el calendario bracanero, llegó el pasado jueves. Después de años de espera, el guía espiritual bracanero, la génesis de esta bendita locura, la chispa que desencadenó la denominación de la República, puso pie en Tierra Santa. Como lo estáis oyendo. A mi personalmente se me cayeron dos lagrimones nada más verlo por allí, porque he oído tantas de sus anécdotas tanto en las Tertulias del Callejón como en la sede, que verlo allí, sentado en su silla ante las botas del oloroso, me parecía un sueño ¡Que sí coño, que ya os digo quien es! Es que no me dejáis expresarme con lírica, para una vez que me pongo sentimentaloide.


Efectivamente, el gran José Urbano, el Gordo Urbano, estuvo en Brácana días atrás, después de amagos y semanas de espera. Como podría definir un pajarito como yo a semejante personaje. Para nosotros los plumíferos, sería como si el Bennu egipcio, un Grifo mitológico, el Hraesvelgr nórdico, el Zhar-Ptitsa ruso o un Simurgh persa, se apareciera de repente. El Gordo es como una enciclopedia mundana, que lo mismo imparte lecciones de fútbol que reparte anécdotas. Os podeís imaginar como fue la noche. En realidad fue prácticamente un monólogo porque el tío, apalancao en su silla, justo delante del atril de discursos, aleccionó a diestro y siniestro.


La verdad es que mis colegas tenían muchas ganas de que apareciera por allí. Llevaba tiempo amagando porque problemas de salud, que ahora no vienen al caso, le han hecho retirarse parcialmente de la vida terrenal. A pesar de ello, he de reconocer que es una eminencia en su campo. Sólo suyas pueden ser sus anécdotas durante su etapa como trabajador de Alvear, deambulando bajo el entarimado de la bodegas de tinajas. No menos hilarante fue su relato cuando estuvo de apoyo en un camión de reparto por esos mundo de Dios, o las peripecias vividas cuando le tocó un coche en un sorteo. Ya digo que tuvo al personal embelesado durante toda la noche. Él que lo hizo encantado y mis amigos bracaneros que lo acogieron como si fuera uno más.


A él se debe la denominación de la República como Brácana y a su colega el Tele, lugareño de la localidad granadina, que no dudaban en catalogar cualquier fiestón al que acudían como "igualito que en Brácana". Ya os he contado cómo se las gastan en las faldas de Sierra Nevada, algo que tratan de rememorar jueves a jueves en la sede.
Aunque el José Urbano estuvo un buen rato compartiendo charla, risas y buen rollo, el hombre tuvo que abandonar antes del cierre, visiblemente fatigado. No obstante, ya se le echa de menos por estos pagos, a la espera de que se repita la visita.


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