2 de julio de 2017

2 de julio de 2017 - Sin comentarios

La 'charpa' de el Suerto

Después de vivir el mes de el Silencioso, el Premio Gastronómico y otros cuentos eventos, el nuevo bracanero comienza a ejercer como miembro de pleno derecho. Bueno, en realidad ya venía haciéndolo desde que comenzó el año pero, desde la semana pasada sus influencias más allá de las fronteras de la República, comienzan a ser evidentes. Aunque allá por el mes de febrero ya se estrenó como cicerone, con la visita de el Salva Loriguillo, el Pitu, el Sergio Pino y el Raúl Gómez, la pasada semana ejerció de nuevo como guía, durante la visita de dos embajadores de nuevo cuño. El José Salido, alias el Abogao, y el Juan Carlos Pérez, son colegas de el Suerto desde la infancia, así que era cuestión de tiempo que se dejará caer por la sede.


Son dos tipos que yo he calificado como carne de barra: aguantan el tipo, participan con aplomo en las tertulias y, llegado el caso, toman la iniciativa del sarao, aportando bueno rollo. En el caso de el Abogao, es miembros de una de las dinastía de tronío en la vecina localidad de Montilla como los Salido. El análisis de su familia, con detalles que lógicamente tengo que obviar, por encontrarse bajo secreto de sumario, ocupó parte de la Tertulia un jueves que dio mucho de sí. Entre dimes y diretes, tengo que apuntar que el vino que anduvo rulando de copa en copa, fue aportado por el Pedraza, regando la plaza mientras se zampaban una empanadilla casera, especialidad made in abogao, cerrando la tanda gastronómica de la noche con unas papas con choco, made in Pijo de los Balcanes.


No he hablado de el Juan Carlos Pérez porque aquí viene un capítulo aparte, que quiero destacar especialmente. Vale que el pueblo bracanero es hospitalario, que ofrece lo que tiene sin pedir nada a cambio y que el objetivo último de la República es compartir buenos momentos con los nuevos y viejos embajadores. Pero claro, una cosa es esto que cuento y otra bien distinta no aprovechar las cualidades y profesionales de la gente que visita la sede cada semana. No es interés, simplemente una cosa práctica. Digo esto porque, según pude escuchar, el Juan Carlos trabaja en un establecimiento en el que se venden pinturas, entre otras cosas. Creo que ya he comentado en semanas anteriores, que uno de los proyectos pendientes en Brácana es darle unas bajeritas a la sede, así que id atando cabos. Me pareció muy sospechoso que a las primeras de cambio el Silencioso ya se interesara por el tipo de pintura más adecuada para aquellas paredes. No quiero pensar mal, aunque bueno... quid pro quo.


Podría contar muchas cosas más pero hoy tengo un poquito de prisa. He conocido una garcilla bueyera, que me ha invitado a unos golpes de alpiste en un garito que ha abierto Mustafá en los Montes Bracaneros: el Guacamayo feliz, se llama. Así que lo siento, la semana que viene me explayo más queridos, que la jodienda no tiene enmienda.

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