3 de enero de 2019

3 de enero de 2019 - Sin comentarios

Cantarito el borrico, una de arrieros

Marzo ha comenzado en Brácana con un nivel altísimo para apurar los últimos días del invierno. Hasta cinco invitados, uno de ellos ya veterano, pasaron el jueves por la República, respondiendo a las expectativas. Tres de ellos tiene un sobrenombre común que da miedo nada más escucharlo: CHUCHI. Sí, una vez más, miembros de esta saga familiar montillana pasaron por la sede, encabezados por el Antonio Salas.


En esta ocasión estuvo acompañado por su hijo el Dani y su hermano el Juan, además de el Paco Mesa y el Miguel Ángel Cruz. Con semejante cuadrilla sólo podía salir un buen ambiente tabernario, digno de las noches bracaneras más distinguidas. Para empezar diré que repasaron la crónica de sucesos de Montilla, con el pasado temporal de lluvia y viento, que ha hecho que algunos tejados y muros de casas viejas rindan pleitesía a Newton y su ley de la gravedad. En Brácana no ha habido que lamentar daños materiales. Desde el paso del huracán Tenedor por los Montes Bracaneros, la meteorología respeta sin que el personal tenga que preocuparse por lluvias ni vientos, al menos hasta la hora de salida.


Estando los Chuchis de por medio, es raro que no salgan a la palestra oficios y tradiciones antiguas que, afortunadamente, van pasando de generación en generación, gracias a la tradición oral. Una de ellas es el trabajo de los arrieros con los aparejos de los mulos. Eran aquellas personas que se ganaban la vida llevando mercancías de un lugar a otro mediante animales de carga. Se me ha venido a la cabeza ahora que lo escribo, alguna expresión en torno a ellos y, según parece, muchas eran las ocasiones en las que un arriero no pudo cerrar un trato a causa de que otro se le había adelantado o había hecho algún tipo de triquiñuela que dificultaba una venta. Por ello, conocedores de que los problemas y disputas no debían ser tratados en público arreglaban sus afrentas lejos de las poblaciones, utilizándose en tono de advertencia la expresión Arrieros somos y en el camino nos encontraremos, que viene a ser un Ya nos veremos tu y yo o Ya ajustaremos cuentas


Toda la charla sobre los arrieros vino en torno a Cantarito, que no es otro que el borrico de el Chuchi. Según parece, el borrico tiene más tablas que el Ikea. No es que su amos lo traten mal, todo lo contrario, pero bueno, según contaron, se puede decir que el animal tiene personalidad propia y, al igual que la cabra, cuando se le antoja, tira p'al monte.
El otro apartado ya tradicional cuando aparecen el Chuchi y sus compinches es la comida a raudales. Queso, jamón, mejillones al vapor y chipirones rellenos fue el menú de la noche a bote pronto, que no está mal para ser jueves, ni para acabar a las tantas de la noche, digestivos y enigmáticos incluidos.


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