10 de enero de 2019

10 de enero de 2019 - Sin comentarios

Los Dioses de Brácana

Hoy tengo que contaros un extraña experiencias que tuve en Brácana el pasado jueves. Es una sensación verdaderamente extraña porque, es tan surrealista y a la vez tan auténtica, que estoy confuso. Igual los efluvios del vino, tantos jueves seguidos, hacen que esté perdiendo la cabeza, por eso tengo que compartirlo con vosotros. El caso es que lo primero que recuerdo es cómo mis compinches compartían como un jueves más vino, charla y comida, junto a el Fernando Giménez. A partir de ahí, vi humo entrando en la sede de Brácana por debajo de la puerta y, una vez abierta, dos lacayos ataviados con túnicas romanas que atravesaban el umbral con serio semblante.


Una vez dentro anunciaban la visita de los Dioses del Vino a Brácana. Una música orquestal ambientaba aquella escena onírica, rodeada de tanto boato, que tuve un mal presentimiento. Acto seguido entraron por la puerta tres Dioses con lujosas túnicas, medallones en el pecho y racimos de uva en la cabeza, con los que ya no tuve ninguna duda: estaba soñando.


Los Dioses tomaron la palabra hablando del libertinaje bracanero, de las historias espeluznantes que habían escuchado de la República desde su hogar. Por ello decidieron pisar suelo terrenal y comprobar, con sus propios ojos, la certeza de todos esos comentarios. Prometieron mano dura con el pueblo bracanero, eso sí, sin renunciar al vino como elemento de unión entre estas deidades y la población de Brácana.


¡Coño, que hasta yo piqué el anzuelo! Eran el Cabello, el Paco y el Villar que un año más pisaron Tierra Santa con sus particulares sainetes, esta vez acompañados de el Fran Gallego, el Fran Pavón, el Paco Pérez y el Manolo Ordóñez. Estos cuatro últimos entraron como invitados y salieron, como mandan los cánones, como embajadores. Y es que el trío de la muerte (léase el Cabello, el Villar y el Paco Jiménez) se lo curran cada vez más. Se dieron un tajo de narices elaborando las túnicas, adornando toda la escena con jarras de vino de barro y cuidando hasta el más mínimo detalle para hacerme creer, al menos durante unos minutos, que los Dioses habían bajado verdaderamente hasta Brácana. Grandes, muy grandes son esta gente. A ver con qué nos sorprenden el año que viene...
Por cierto, que se me olvidaba, que el Fernando Giménez se dejó caer con otra ronda de Tres Miradas para el personal que, evidentemente cayeron al paso.


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