20 de enero de 2019

20 de enero de 2019 - Sin comentarios

El hermano de la Reina

Después de un intenso mes de noviembre y una primera quincena de diciembre brutal, Brácana se prepara ya para vivir los últimos días del año. Por ello, el pasado jueves recibieron la visita del último embajador previsto en este 2018, que no fue otro que el Carlos Rubio, hermano de la Reina Madre y también de Luiis el Golpista, al que recordaréis de fechorías pasadas. El Carlos llegaba desde Madrid y, sabedor de la tela del paño que se corta cada semana, entró con prudencia. Ya rebajado de sus quehaceres como maestro en Madrid, aprovechaba las proximidad de la Navidad para visitar a la familia y, ya de paso, darse unos golpes.


Antes de nada tengo que hacer mención especial al estado lamentable en el que entró el Silencioso el jueves pasado. No es que llegara listo de papeles, no. Lo hizo en silla de ruedas empujado por el Ahijao. Según contó ha pasado por quirófano para emparejarse los dedos de los pies, que parecían las teclas de un piano abandonado en un sótano con humedad. Podéis haceros una idea de la cara del miedo del hombre cada vez que alguien se acercaba a la silla, sobre todo porque todo el mundo quería darle un paseito para que no se aburriera. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores y, con sus limitaciones, fue uno más en la fiesta del jueves.


Volviendo al nuevo embajador, por lo que pude escuchar es un tipo peculiar, investigador del Cantar del Mio Cid y ex alumno del Ramiro de Maeztu. Este último aspecto fue recibido con agrado en Brácana, donde hay más de un demente seguidor del Estudiantes. Así que no faltó la charla baloncestera aprovechando esta circunstancia y, ya de paso, la tertulia en torno a la educación privada y pública. Andaban en torno a todos estos temas, mientras se jalaron los entrante de rigor, además de unas alcachofas al Montilla. De ahí pasaron a los juramentso donde se desmelenó el Silencioso. Con el puño en alto y sentado en la silla de ruedas, recordaba al Cojo Mantecas, protagonista mediático de las manifestaciones estudiantiles en Madrid el 23 de enero de 1987.


Justo después pasaron a los brindis, bajitos en honor al Silencioso, y justo a continuación a la ya habitual actuación de la Filarmónica  de Brácana. Por primera vez en la historia a un bracanero por desafinar en la sinfonía de tenedores. Fue el Ligre el que se fue más de una octava por encima y fue sancionado con un sonoro A LA PUTA CALLE,  por parte del personal. El pobre tuvo que aguantar el escarnio en la acera, a puerta cerrada, para descojone de sus compinches durante un par de minutos, porque no era cosa de dejarlo sin probar el revuelto de bacalao y los digestivos con los que cerraron la noche.

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