8 de enero de 2019 -
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VIII Premio al Mérito Gastronómico
A este selecto grupo se sumó el jueves pasado el Paco Gómez, cocinero del Punto y Coma. Ya sabéis que allí muchos de los bracaneros dan más de un jornal a la semana, por ello hablan con conocimiento de causa al reconocer su labor culinaria. Como casi todos los cocineros que han pasado por la sede, el Paco Gómez es un tipo introvertido y poco hablador. Imagino que será cosa de andar toda la semana pendiente de sartenes, ollas y planchas, prácticamente sin cruzar palabra con la clientela. De hecho, algún sábado que otro que me he dejado caer por allí junto al personal, apenas si le he escuchado un escueto ·para la mesa doce". No obstante me pareció un elemento bonachón y simpático, que agradeció el premio siendo protagonista, no sé si por primera vez, de un reconocimiento público a su trabajo.
Allí más o menos se conocían todos, así que los preámbulos fueron ya a base de vino, y jamón y queso como entrantes. Ya sabéis de años anteriores como va esto de los premios y tampoco voy a engañar a nadie. Más allá del carácter moral de otorgar el premio, mis colegas se ponen tiernos a comer jatería de primera calidad, aprovechando los conocimientos culinarios de los cocineros. Hay quien dice por ahí que los engañan. Yo prefiero decir que establecen un intercambio mutuo de intereses. Pero vamos con los platos porque hablar de un nuevo Premio al Mérito Gastronómico, es hacerlo de comida a la altura de Lavergy.


Ante la atenta mirada del Presidente de la República, el Antonio Polonio entregaba los atributos propios del nombramiento, que quedarán a hora en poder de el Paco Gómez hasta el año que viene. El Cucharón de Palo es ya un símbolo del buen hacer culinario, cada doce meses cambiando de mano, pero siempre pasando por la República para su renovación.
No contentos con el menú, lo cerraron con una carrillada en salsa que provocó una vez más los gritos de reconocimiento al cocinero premiado. Baste decir que como suele pasar con este tipo de platos, volaron los sopones apurando platos como si se fuera a acabar el mundo.
Todo esto acabó con los digestivos de rigor. Bueno, ahora los llaman enigmáticos y, a partir de ahí llegó el descontrol: luces y música a todo trapo, para celebrar la entrega de un nuevo y merecido Premio al Mérito Gastronómico que alcanza ya su octava edición.
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