8 de enero de 2019

8 de enero de 2019 - Sin comentarios

VIII Premio al Mérito Gastronómico

Vamos a ponernos serios, que una cosa es el jueves a jueves cotidiano en la Tertulia y otra bien diferente la entrega del Premio al Mérito Gastronómico, que cada año otorga la República Independiente, Laica y Anárquica, por la Gracia de Dios de Brácana. Lo he dicho en años anteriores y me reitero en mi opinión. Lo comentaba el otro día con Labordeta, gran amante de la gastronomía ¡Fue todo un acierto reconocer el trabajo de la gente que trabaja entre fogones en la vecina ciudad de Montilla! Aún a riesgo de repetirme, si mañana mismo salierais de cualquier restaurante o chisnacle en el que sirvan comida, ¿sabríais decir el nombre del cocinero? Pues seguro que no. Es la razón por la que mis compinches, empujados por el Abertxale, impulsaron este reconocimiento, que no premia al restaurante en el que trabaja el cocinero, sino su buen hacer profesional entre fogones.


A este selecto grupo se sumó el jueves pasado el Paco Gómez, cocinero del Punto y Coma. Ya sabéis que allí muchos de los bracaneros dan más de un jornal a la semana, por ello hablan con conocimiento de causa al reconocer su labor culinaria. Como casi todos los cocineros que han pasado por la sede, el Paco Gómez es un tipo introvertido y poco hablador. Imagino que será cosa de andar toda la semana pendiente de sartenes, ollas y planchas, prácticamente sin cruzar palabra con la clientela. De hecho, algún sábado que otro que me he dejado caer por allí junto al personal, apenas si le he escuchado un escueto ·para la mesa doce". No obstante me pareció un elemento bonachón y simpático, que agradeció el premio siendo protagonista, no sé si por primera vez, de un reconocimiento público a su trabajo.


Allí más o menos se conocían todos, así que los preámbulos fueron ya a base de vino, y jamón y queso como entrantes. Ya sabéis de años anteriores como va esto de los premios y tampoco voy a engañar a nadie. Más allá del carácter moral de otorgar el premio, mis colegas se ponen tiernos a comer jatería de primera calidad, aprovechando los conocimientos culinarios de los cocineros. Hay quien dice por ahí que los engañan. Yo prefiero decir que establecen un intercambio mutuo de intereses. Pero vamos con los platos porque hablar de un nuevo Premio al Mérito Gastronómico, es hacerlo de comida a la altura de Lavergy.

El Paco Gómez sorprendió con un menú innovador abierto con una ensalada de pollo con mostaza. Aunque el personal bracanero está acostumbrado a las delicatessen culinarias del Ministro de Alimentación, escuché alguna vez que otra mientras atacaban los platos a mandíbula batiente como increpaban al Pepeluí, ofreciendo el puesto a el Paco Gómez. Si es que no tienen consideración alguna y mucho menos tacto. Me da a mí que la semana que viene habrá represalias desde la cocina porque, aunque el Ministro de Alimentación no es rencoroso, tampoco gusta de que lo te toquen los compañones más de lo estrictamente necesario.

Ya con la ensalada pertinentemente digerida, pasaron al segundo plato de la noche. De entrada hubo quien amagó con una finta al tartar de atún con aguacate que se marcó el Paco Gómez. Digo amagó, porque alguien apuntó que eso de comer algo crudo no iba con él. Y digo una vez más que amagó porque una vez probado, nadie pudo remediar rendirse a la excelencia de este plato digno de los mejores restaurantes. También  se rindieron los dos cocineros profesionales presentes en la entrega del Premio al Mérito Gastronómico: el América como primer premiado y el Antonio Polonio como premio saliente. Ambos compartieron con el personal una vez más experiencias acumuladas durante años de experiencia profesional, y este último compartió protagonismo con el premio entrante en el momento más solemne de la noche.


Ante la atenta mirada del Presidente de la República, el Antonio Polonio entregaba los atributos propios del nombramiento, que quedarán a hora en poder de el Paco Gómez hasta el año que viene. El Cucharón de Palo es ya un símbolo del buen hacer culinario, cada doce meses cambiando de mano, pero siempre pasando por la República para su renovación.
No contentos con el menú, lo cerraron con una carrillada en salsa que provocó una vez más los gritos de reconocimiento al cocinero premiado. Baste decir que como suele pasar con este tipo de platos, volaron los sopones apurando platos como si se fuera a acabar el mundo.


Todo esto acabó con los digestivos de rigor. Bueno, ahora los llaman enigmáticos y, a partir de ahí llegó el descontrol: luces y música a todo trapo, para celebrar la entrega de un nuevo y merecido Premio al Mérito Gastronómico que alcanza ya su octava edición.

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