20 de enero de 2019

20 de enero de 2019 - Sin comentarios

Nostalgia estudiantil

Como os contaba en la última entrada de esta bitácora, el pasado jueves, a pesar de no ser el primero de mes,  tocó organización interna, para dar cabida a tres nuevos invitados, ya embajadores, en la República, en este inicio de noviembre.


Fueron el Rafa López, el José Miguel Lara y el Antonio Polonio. Llegaron a la República de la mano de la Pantera, aunque bien podían haberlo hecho de cualquier otro bracanero, porque percibí feeling entre muchos de allí. No sé la idea que el trío tenía de mis colegas, pero aparecieron en la sede con material comestible y bebestible para estar de quinsá. Enumero y espero no dejarme nada atrás: salchichón ibérico, papas con mojo picón (picante y más picante aún), caña de lomo, queso añejo, morcilla y lomo para hacer montaditos. Ante semejante condumio, hubo unanimidad en que gente como esta interesa todos los jueves. Todo ello, además del fino C.B. con el que aguantaron la noche, regado pertinentemente con fino Lara.


El caso es que, como os decía anteriormente, hay muchas relaciones diferentes entre los ya embajadores y el personal bracanero. El Paticorto compartió pupitre con los tres y el Suerto es colega del trío en cuestión. La relación de todos ellos hay que buscarla no sólo en el colegio, sino también en su posterior etapa universitaria, donde relataron todos los tópicos posibles que no voy a sacar a la luz por el secreto de sumario que les ampara. No obstante, a modo de resumen, tengo que decir que son todos unos golfos, invitados y bracaneros.


Y como muestra un botón. Normalmente, poco antes de la primera hora más temprana del día, el personal comienza a desfilar rumbos a sus respectivos nidos. Pues bien, dos de los embajadores, el Lara se fue mucho antes acusando falta de entrenamiento, se hicieron fuertes en la barra, con la Pantera, desbocada un día más. Menos mal que un halo de cordura iluminó al trío, que empezaba a hablar de rellenar una vez más. No lo hicieron pero, como siempre digo, entre el bien y el mal la distancia es casi inapreciable. Vamos, que si alguien dice lleva, aquello acaba como el Rosario de la Aurora y casi a la misma hora.


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